domingo, 2 de febrero de 2014

Túneles




Antón Costas, en El País, bajo el título   “El riesgo, ahora, es la crisis social” viene a decir que la mejora macroeconómica que tanto se cacarea en los medios, y de la que presume Rajoy, puede transformarse en un cabreo monumental para unos ciudadanos a los que lo les llega la camisa al cuerpo ni las habichuelas al plato. Costas pone como ejemplo el “efecto túnel”, una metáfora que toma del prestigioso economista  Albert  O. Hirsman, recientemente fallecido. “Imaginen –dice Costas en su artículo- que van circulando por una carretera de dos carriles, entran en un largo túnel al que no le ven la salida y, de repente, la circulación se para. Están disgustados, pero viendo que todo el mundo se encuentra en la misma situación, se consuelan, apagan el motor y esperan. Estar disgustados no les lleva por sí solo a expresar su malhumor. Al cabo de un rato observan que los coches del carril derecho comienzan a circular lentamente. Aunque el suyo sigue parado, eso no le produce indignación; al contrario, en un primer momento tolera la situación de desigualdad porque alberga la esperanza de que pronto usted y los demás conductores de su carril comenzarán a moverse. Esperanzado, pone su motor en marcha y espera. Pero he aquí que ve que los coches del carril derecho circulan cada vez a mayor velocidad y los de su carril siguen parados. Comienza a mosquearse y a pensar que algo ocurre que impide que la mejora de la circulación llegue a todos. Su tolerancia a la desigualdad comienza a cambiar. Y su malestar explota por algún hecho menor, como que algún conductor de la derecha le hace algún gesto provocador con la mano. O todos o ninguno, piensa. Y cruza su coche en medio de los dos carriles”. Airear en la prensa, por ejemplo, que el Banco Santander ha ganado en 2013 casi doble que el año anterior, por mucho que su beneficio en España se haya reducido casi en la mitad, no alegra mucho a los ciudadanos de  un país, el nuestro, donde el dinero que el FROB ha prestado a la banca y las cajas de ahorro para su rescate ya se sabe que no va a ser devuelto a los españoles. A finales de julio de 2013 ya supimos que el FROB daba por perdidos 36.000 millones de los 52.000 que se había inyectado en algunas cajas nacionalizadas. Dicho en pocas palabras: que el Estado termine contabilizando una pérdida depende de la evolución económica de las entidades financieras ayudadas: si a éstas su actividad les va muy bien, podrán devolver el dinero recibido; si les va mal, no podrán hacerlo y el Estado (es decir, nosotros) tendrá que admitir que perderá el dinero que en su día avaló a Europa y desembolsó a esas entidades. Seguimos atascados en el túnel y, además de contar con 6 millones de desempleados y de estar pasándolas canutas, debemos hacernos cargo de las empresas financieras fracasadas y asumir una deuda que ninguno de nosotros de modo particular  hemos contraído a cambio de nada.

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