lunes, 10 de febrero de 2014

Ver para creer




El manejo de los dedos, en mecanografía o en música, tiene su importancia. Yo música no sé, no tengo piano ni arpa y en el ordenador me manejo con dos o tres dedos de cada mano. ¡Qué le vamos a hacer! Ahora leo el motivo por el que se escurre hacia abajo la hamburguesa, el ketchup, el pepinillo y la mostaza cuando pretendemos hincarle el diente. La solución ha llegado de la mano de unos científicos japoneses. El secreto estriba, según leo hoy en Abc, en “sujetar la hamburguesa sin apretarla demasiado con los dedos pulgar y meñique en la parte inferior, y con los otros tres abiertos en la parte superior”. El error llega cuando se colocan los dedos pulgares en la parte inferior del pan y los otros cuatro dedos en la parte superior. Ahí es cuando “llega la tragedia”: la hamburguesa baja al plato, se cae al suelo o nos mancha la corbata. Menos mal que siempre hay genios, en este caso un  perito en mecánica de fluidos, un ingeniero y un odontólogo, dispuestos a hacernos la vida más fácil. De la misma manera, ahora espero que todo ciudadano aprenda la mejor manera de introducir un supositoro por el ano de forma correcta. Yo durante mucho tiempo creí que, teniendo en cuenta su forma de torpedo, debía introducirse por su parte más puntiaguda, como de igual modo lo entendió su diseñador en el siglo XIX, un tal Henry S. Wellcome. Le pareció a él, y me parecía a mí, que era de sentido común.  Pero una farmacéutica conocida me ha comentado que es mejor hacerlo por la base plana, ya que los esfínteres del recto en contacto con la parte afilada empujan al interior hasta la parte más profunda, facilitando la absorción de su principio activo. No sé qué diría hoy al respecto el señor Wellcome. Cualquiera sabe… Ahora resulta que la ministra Báñez considera “un fracaso” un ajuste salarial a largo plazo. ¡Pero si la reforma laboral la ha hecho ella! Un farmacéutico de La Rioja establecido en Bilbao, el doctor Salustiano de Orive, descubrió en 1870 en su laboratorio de la calle Ascao,  el “Licor del Polo de Orive”, que más tarde se quedó en “Licor del Polo” y, en 1920, el “Jarabe Orive”, contra la tos. El “Licor del Polo” (hoy producido por Henkel) debe su nombre a un compañero suyo de carrera, Apolinar Espinosa, apodado “Polo”, que había empleado algunas sustancias que se utilizaban en el Polo Norte para combatir el escorbuto. Una hija de Salustiano de Orive se casó con José Espinosa, hijo de “Polo”, y tuvieron un hijo, Alfredo Espinosa de Orive, que llegó a ser consejero de Sanidad del Gobierno Vasco por Unión Republicana y fusilado durante la Guerra Civil. Pues bien, poco antes de morir, don Salustiano de Orive, notorio activista anticlerical, dejó bien claro que, por no creer, no creía en su jarabe para la tos ni en los beneficios para la higiene de la boca del dentífrico por él inventado. Así que no sé a qué carta quedarme.

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