sábado, 8 de marzo de 2014

Casa Pascualillo



Hablar de El Tubo zaragozano es hablar de la historia viva de la capital de Aragón. Casa Pascualillo (Libertad, 5) celebra su 75 aniversario y ya tengo pensado celebrar tal ocasión echándome al cuerpo unas “cigalas de la huerta” y algún vasito de vino. Mi economía particular no da para más. Han pasado, como digo,  muchos años desde que los navarros Pascual Álvarez y Bruna Enrique vinieran desde Barcelona y se hicieran cargo de una casa de comidas que entonces se llamaba Casa Martínez. Acababa de terminar la Guerra Civil y eran tiempos de tribulación y hambre de la mala. La gente, a pesar de todo, se quitaba el frío en los enormes cafés existentes en el Paseo de la Independencia y  la afición comentaba la última alineación del Zaragoza FC, que ese año ascendía a Primera División. A mediados de junio de aquel año, tras su visita triunfal a la  Italia fascista, el cuñadísimo Serrano Suñer presidía en Zaragoza una reunión de la Junta Organizadora del XIX Centenario de la Venida de la Virgen del Pilar, y en el diario Abc podían leerse amplias columnas de los intelectuales “consagrados” por el nuevo Régimen: D’Ors, Marquina, Pla, Camba, Pemán, Sánchez Mazas, González Ruano, Foxá, Rosales, Panero, Marañón, Vegas Latapie, etcétera. Para nuestra desgracia, se había exiliado el 80% del profesorado universitario de Madrid, Valencia y Barcelona. Y en aquel ambiente enrarecido brotaba como un lirio en medio de un erial Casa Pascualillo. Y por allí pasaron ilustres visitantes y casi todos los actores que actuaban en el Teatro Principal. El actual propietario, Guillermo Vela, nieto de Pascual Álvarez, dio un giro al negocio con el nuevo siglo, adquirió todo el edificio, tiró tabiques y convirtió la antigua casa de comidas en un excelente lugar de encuentro al más alto nivel pero sin perder sus raíces. Añadió un rincón dedicado al whisky en  homenaje a su padre, donde ya existen más de 800 botellas procedentes de todo el mundo. En rigor, existen dos establecimientos en Zaragoza, Casa Pascualillo y Casa Emilio, ambos fundados en 1939, que deberían estar protegidos como el urogallo, el lince o la cardelina. Guillermo Vela o Emilio Lacambra, responsables de ambos lugares de encuentro gastronómico, merecerían un homenaje a la continuidad en los negocios familiares, tarea complicada en estos tiempos difíciles. 

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