martes, 27 de mayo de 2014

Callejero toresano




Hoy martes, la Comisión de Gobierno del Ayuntamiento de Toro, en Zamora, se reunía  para cambiar el nombre de una calle, la calle Las Gallinas, para pasar a denominarse calle Amor de Dios. Hombre, ya sabemos que las cualidades del amor de Dios son infinitas, pero las gallinas son animales de este mundo que merecen todo nuestro respeto. De no ser por las gallinas, tampoco hubiese existido el famoso “avecrem” que engañó las tripas de tantos españoles en época de hambruna. De no existir las gallinas, no hubiesen existido las viñetas de Carpanta ni su obsesión casi enfermiza por llevarse un pollo asado a la boca. De no existir las gallinas, digo, nuestros mejores cocineros no hubiesen elaborado nunca el caldo oriental, ese caldo de gallina con un toque diferente al que se le debe añadir un poco de jugo de kion y unas gotas de aceite de ajonjolí para conseguir un aroma fetén. También, de no existir las gallinas, las dominicas contemplativas del convento toresano del  Sancti Spiritus no confeccionarían las excelentes pastas, galletas, bocaditos de ángel y amarguillos almendrados, donde la base fundamental la constituyen las yemas y las claras de huevo. El historiador Sergio Pérez recogía en su libro, “El arte de la platería en la ciudad de Toro”,  que la mayor parte de los talleres plateros que existieron en Toro durante los siglos XVI-XVIII, casi todos pertenecientes a la familia Gago, se localizaban en la calle Las Gallinas, parte de la Plaza Mayor y de sus soportales y el entorno de la iglesia del Santo Sepulcro.  Menos mal que en Toro todavía no han cambiado el nombre de las calles Abrazamozas y Salsipuedes. La primera, la imagino oscura. La segunda, me produce una cierta inquietud. En fin, no demos ideas al alcalde Jesús Sedano. Quedan bien esos dos nombres. De todas las calles se sale y en algún sitio habrá que restregar la cebolleta.

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