domingo, 11 de mayo de 2014

Casullas



Cuando yo era niño, recuerdo, cada lunes el maestro tomaba a un alumno de la escuela al azar y le preguntaba si el día anterior había oído misa entera. El educando siempre decía que sí, pero el maestro, poco convencido, le preguntaba que de qué color era la casulla del cura celebrante. Las había blancas, rojas, verdes, moradas, azules y negras, todas ellas con bordes dorados, según el tiempo eucarístico. A veces el niño decía “roja”, o decía “verde” y acertaba o se equivocaba. Yo siempre dije que no me acordaba, que me ponía en los bancos traseros y no se divisaba bien del todo. También desconocía el maestro si algún niño era daltónico y confundía el rojo con el verde. No acertar en el color de la casulla equivalía a un fuerte tirón de orejas. Con los años, tras el Vaticano II, cambiaron las casullas y desapareció el manípulo, que era una especie de estola corta y del mismo color que la casulla que el celebrante llevaba sujeto con un cordoncillo al antebrazo izquierdo sobre la manga del alba. También con el tiempo, por simple curiosidad, supe que el morado era para el tiempo de Cuaresma, el azul para la fiesta de la Inmaculada Concepción, el rojo para Pentecostés, el blanco en Navidades y Pascua y el verde para el resto del tiempo ordinario. El color azabache se utilizaba sólo en los actos fúnebres. Es decir, que si el niño decía “verde” llevaba más papeletas de acertar y poder salir airoso del apuro. Eran otros tiempos ya felizmente superados. Hoy doy por hecho que a los chicos que pretenden hacer la primera comunión, durante un tiempo anterior, no sé cuánto, les adoctrinarán en las parroquias para que sean concientes de lo que van a recibir el día “más feliz de su vida”. Lo que ya desconozco es si a esos chavales les enseñarán los catequistas los colores de las casullas en el oficio de la misa y el porqué de esos colores ceremoniales.

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