martes, 10 de junio de 2014

Bono como última solución




Lo que hoy más le interesa a la derecha española representada por el Partido Popular, es que el PSOE no pierda escaños en las Cortes. Hay ya quien opina que “un PSOE con 100 o 105 escaños terminaría siendo manejado por la extrema izquierda”. Y esa derecha, que ha temblado con la marcha de Pérez Rubalcaba, vuelve a preocuparse ahora, más si cabe, por el retiro de Susana Díaz como aspirante a la Secretaría General del partido del puño y la rosa. La derecha actual se sentía cómoda con el método Cánovas-Sagasta, o sea, con lo más parecido a aquel Pacto de El Pardo llevado a cabo entre el Partido Liberal-Conservador y el Partido Liberal-Fusionista pocos días antes de la muerte de Alfonso XII. Suponían Cánovas y Sagasta en 1885 que la alternancia de ambos partidos políticos durante la regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902) daría a España una cierta estabilidad política.Y el general Arsenio Martínez Campos, artífice de la Restauración borbónica, ante la pasividad de Serrano, consiguió una reunión entre ambos políticos para llevar a cabo tal alternancia de partidos como aparente fórmula magistral que desembocaría en una tremenda corrupción política en un país de 18’5 millones de habitantes, donde el 65% de los ciudadanos eran analfabetos y donde la Iglesia Católica más reaccionaria imponía sus fueros con su tralla de arreo. Pues bien, ahora, como decía al principio, la falta de aspiraciones de Susana Díaz a ocupar, no sé si por merecimientos propios, la Secretaría General del PSOE, pone nerviosa a esa derecha con rabo de paja. Teme la escalada imparable de Podemos y de Pablo Iglesias, el nuevo sosias de aquel Romero Robledo que formó parte de la Junta revolucionaria de Madrid y que consiguió el propósito de destronar de Isabel II, pese a que más tarde fuese ministro de Fomento con Amadeo I, de Gobernación con Alfonso XII y de Ultramar, primero, y Gracia y Justicia, después, con la regente María Cristina. Y la derecha, ahora, nerviosa ante unos acontecimientos que le sobrepasan con la abdicación repentina de Juan Carlos I, donde se sentían cómodos y con mayoría absoluta en las dos Cámaras, insinúa  que la Secretaría General del PSOE podría ser ocupada por José Bono para que el bipartidismo no decaiga. Lanzan la idea al viento, (en este caso la ha lanzado Anson, ese “juanista” amortizado que, entre otras cosas, no cree en la profesionalidad de los jueces y lanza gritos de sirena para aforar a Juan Carlos cuanto antes) como si fuese una bengala desde la cubierta de Titánic. La derecha, y termino, siente pánico ante la descomposición del PSOE, a una ciudadanía que pueda dejar de ser juancarlista en breve (el español es olvidadizo cuando quiere) e intenta salir airosa ante un futuro poco prometedor (mientras siga la espada de Damocles de los seis millones de parados sobre sus cabezas), para aquellos que han hecho de la política y de una vergonzosa corrupción su asqueroso modo de vida.

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