sábado, 28 de junio de 2014

Obispos en pie de guerra




El secretario de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, entiende que la LOMCE “no respeta el derecho de de los padres a educar a sus hijos desde sus convicciones (de los padres, no de los hijos, obligados casi siempre a sufrir los desvaríos místicos de sus progenitores) ni los acuerdos del Concordato” y desea que haya unos horarios mínimos de adoctrinamiento en las escuelas. De hecho, ya están en la Conferencia Episcopal pensando en solicitar del Gobierno un Decreto-Ley regulatorio. A mi entender, ya va siendo hora de que el Gobierno denuncie aquellos acuerdos Iglesia-Estado firmados por el entonces ministro Marcelino Oreja a finales de enero de 1979 y que no tienen sentido en un Estado aconfesional. Adoctrinar, nada que oponer, pero en las parroquias. En la Constitución Española de 1978, Título 1, artículo 16-3, se dice que “ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la I.C. y demás confesiones”. Bueno, pues muy bien. Ya se coopera con la I.C. manteniendo el sueldo del clero y dejándo sus fincas rústicas y urbanas libres de impuestos. Pero ni los enseñantes de Religión sufren concurso-oposoción como el resto de los docentes ni “las consiguientes relaciones de cooperación” deben estar a nivel del resto de las materias de estudio en los educandos. El Concordato está obsoleto, las creencias religiosas son una cuestión de costumbres más que de fe y el país no está para milongas de unos funcionarios de la Iglesia que todavía creen estar en la dictadura de Franco. Empecemos a ser serios si queremos equipararnos al resto de la Europa civilizada. El latín es sagrado, el trigo es sagrado, y la educación de nuestros muchachos debe ser un asunto de Estado. Si el excolaborador de “La Linterna” desea solicitar decretos-leyes regulatorios, que se haga parlamentario y desde su escaño lance sus propuestas al Gobierno en las sesiones parlamentarias de control, o sea, los martes por la tarde en el Senado y los miércoles por la mañana en el Congreso. ¡Ya está bien de decir gansadas!

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