domingo, 8 de junio de 2014

Rabo de paja


Un artículo de Anson en El Imparcial, “El aforamiento del rey Juan Carlos”, pone en evidencia el talante antidemocrático de este periodista al que, a mi entender, se le va la chaveta. Comienza diciendo que “no se pueden dejar ciertas cosas a la petulancia de cualquier juez con ambición de estrellato”. Y después de indicar que uno de los primeros decretos que debe firmar el nuevo rey es el aforamiento de su padre, señala que “solo faltaría que un mindundi (sic) cualquiera pueda emprender, para lucirse personalmente, un procedimiento judicial contra él. (…) Es absurdo también  -sigue escribiendo Anson- que las Infantas no estén aforadas, cuando hay millares de personas en España que gozan de esa cautela”, para terminar poniéndole la guinda al pastel: “La Justicia debe ser igual para todos y, en determinadas circunstancias políticas o personales, está claro que corresponde a la seriedad del Tribunal Supremo juzgar y sentenciar, eludiendo el arbitrio de algunos jueces que han rozado en ocasiones la prevaricación”. ¡Toma ya! Lo que digo, que a Anson se le va la chaveta. A la familia del Rey, incluida la infanta Cristina, que la juzgue la Historia, y al resto de los ciudadanos que nos juzgue, si acaso, un juez de medio pelo, de esos que tienen la toga raída,  con aspecto de ser prevaricadores en potencia y en esencia y que consiguieron su cargo en una tómbola de La Caridad. Yo no conozco a ningún juez con esas características. Anson, por lo visto, sí. España es un Estado de Derecho y Anson debería medir lo que escribe antes de publicarlo. En la figura del actual rey se va a producir inexorablemente un  cambio “sustancial”, que hace que Juan Carlos I deje de ser rey, es decir, que la cosa deje de ser. Pero Anson, al que supongo que habrá leído a Aristóteles, prefiere que ese cambio sea “accidental”, o sea, que no afecte esencialmente al rey cesante, es decir, a la cosa. De cualquier manera, la urgente tramitación del aforamiento del rey cesante, como parece que es el caso de España, solo se concibe para aquel ciudadano que tiene rabo de paja; y, como decía Gila, no miro a nadie.

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