lunes, 23 de junio de 2014

Un panorama desolador




Jaime Peñafiel, que no fue invitado al besamanos en el Palacio Real tras la proclamación de Felipe VI, cuenta en un artículo, al referirse a la nueva reina consorte, que “en todo momento ella –o sea, la reina Letizia- aceptó que el Rey es él; que Jefe del Estado sólo hay uno; que su papel es el de consorte; que la Constitución solo le reconoce a él; que los reales decretos solo son sancionados por el nuevo monarca; y que eso de ‘los reyes’ es un eufemismo, solo existe el Rey”. Y ya de paso, por aquello de ir por atún  y ver al duque, aprovecha Peñafiel para recordar a los lectores que en la tribuna de invitados del Congreso se encontraban presentes el padre y la abuela de Letizia, ambos imputados por alzamiento de bienes. Y lo cuenta hoy, lunes, víspera de san Juan, cuando faltan sólo dos días para que el juez Castro determine una posible imputación de Cristina de Borbón. En el ambiente, pese al calor, se mueve en el aire de un raro ventolín capaz de doblar los cadáveres. Hoy todas las miradas estaban puestas en el Ritz, para escuchar a Pablo Iglesias. Estaba ausente casi todo el staff del Ibex, del PP y del PSOE, pero ello no ha evitado que Iglesias dijera sin ningún tipo de complejos que “el terrorismo etarra causó dolor pero tiene base política”. Ahora hay mucha prisa, casi demasiada, por lanzar a Juan Carlos de Borbón, el rey que ya no reina, un salvavidas en forma de aforamiento “sui géneris”. Se hace tarde y mal. Y el ciudadano del común no entiende tanta prisa, ni acaba de entender ese “quita y pon” casi de tapadillo y sin muchas aclamaciones populares en las calles de Madrid. ¿Qué se pretende solucionar? Las malas lenguas, que las hay, comentan que los duques de Palma no han hecho nada nuevo que no hubiesen visto hacer antes en La Zarzuela. Lagarto, lagarto… “Los Templarios del Santo Grial del Régimen de la Transición -como escribe el perrillo Marcello- pretenden reconducir la situación del país, en medio de una asombrosa crisis económica e institucional”. Está bien  cambiar el decorado de Felipe I de Parma por el de Carlos III, el mejor alcalde de Madrid, en el despacho de Felipe VI. Es necesario que su despacho no huela a alcanfor ni a caries de porteras, pero los cambios deben ser más profundos si lo que se pretende desde la Corona es disipar el actual panorama desolador. En esas estamos y ahí te quiero ver, moreno.

No hay comentarios: