miércoles, 23 de julio de 2014

El palo y la zanahoria




Lo del palo y la zanahoria, es una frase desafortunada que Carlos Lesmes,  ultra conservador  y sucesor de Carlos Dívar, utilizó en marzo pasado, cuando dijo sin despeinarse que “el CGPJ se crea para dos funciones que se considera que no pueden estar en manos del Gobierno: el nombramiento de los cargos judiciales y el ejercicio de la disciplina, porque al juez se le controla con el palo y la zanahoria”. Lo que no sabemos los ciudadanos del común es cómo se controla a un cebollino que larga ese tipo de tonterías. Pero no quería aquí hablar de ese tipo, sino de los nueve beneficios que se han descubierto en la zanahoria: su olor estimula el apetito; comerla cruda fortalece dientes y encías; ayuda a combatir el estreñimiento; es diurética; vigorizante para mentes cansadas; fortalece las uñas y el cabello; mejora la calidad de la leche materna; evitan el envejecimiento prematuro; y, además de todo ello, es buena para la vista. Yo no sé si los miembros del CGPJ “tragan” con todo lo que se les ordena e ignoro si Carlos Lesmes toma zumo de zanahorias al levantarse de la cama por las mañanas. Tampoco entiendo la razón por la que su antecesor,  Carlos Dívar, sigue gozando de coche oficial (entre otras cosas para ir a Torremolinos) y quince  guardaespaldas, o sea, 11 guardias civiles y 4 policías nacionales, que cuestan 385.000 euros anuales a todos los ciudadanos. Algo debería decir al respecto el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que concedió el pasado febrero la Medalla de Oro al Mérito Policial a la Virgen del Amor a propuesta de la cofradía de Nuestro Padre Jesús el Rico y María Santísima del Amor y que, antes de todo ello, en septiembre de 2012, propuso al Gobierno y consiguió nada menos que  la Gran Cruz de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar. Sólo falta que este ministro le conceda otra medalla prestigiosa a Teresa de Jesús, ya que según  palabras de ese ministro, la santa de Ávila “está siendo intercesora para España en tiempos recios”. Sólo faltaría que este piadoso ministro enviara a algún miembro del Grupo Hepta, fundado por el padre Pilón, para que analizara la escalofriante ascensión de Pablo Iglesias Turrión, ese nuevo “Mesías prometido”, en el campo del misterio. Todo llegará, oiga.

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