viernes, 4 de julio de 2014

La culpa, del maquinista





Juan Laborda cuenta algo preocupante a propósito de la tremenda burbuja financiera que está a punto de estallar. Tras un serio análisis sobre el empeoramiento de  las condiciones económicas globales y el posible detonante, que según él vendrá por “el aumento de la aversión al riesgo en los mercados financieros”, Laborda señala, casi al final de su exposición, que “la economía de Occidente desde 1998 no ha hecho otra cosa que huir hacia delante”. Pero lo que preocupa al ciudadano corriente es, y a eso iba,  es que se ha sometido a las familias a profundos recortes de gastos sociales, “a la vez que aumentaba la deuda pública financiando a terceros, empresas y bancos, para que aliviaran su carga financiera y sus problemas de solvencia. Se estaba transformando deuda privada en pública”. (…) “El abaratamiento generalizado de los salarios y del despido, la tan cacareada devaluación interna, ha acabado hundiendo la demanda efectiva y elevando los índices de miseria y pobreza a tasas récord. ¡Y luego nos dicen que por qué nos quejamos!”. A España la ha mirado el tuerto. ¿Cómo puede ser que a nada que llueva se hunda la vía del AVE? Lo sucedido ayer en el tramo Madrid- Alicante a la altura de Albacete, de reciente construcción, pone de manifiesto la inseguridad en la que se mueve el ciudadano. ¿Qué tiene que decir Adif al respecto? ¿Y la ministra  Ana Pastor? Para su trazado (adaptación de trazado internacional sobre otro trazado antiguo con ancho de vía ibérico) se eligió en su día a una filial de ACS, que había practicado un descuento del 25% sobre la cantidad presupuestada en la licitación. Toco madera. Ahora, el próximo día 24 de julio, hará un año del accidente del tren Alvia con dos cabezas tractoras en la curva “A Grandeira”, en Angrois, cuando descarriló con 218 pasajeros a bordo. El resultado final fue de 79 personas muertas y muchos viajeros heridos de diversa consideración. Se había colocado un obsoleto sistema de balizas de frenado ASFA, que sólo proporciona información al maquinista, en vez de un sistema ERTMS, instalado en vía y tren y con frenado automático en caso de despiste. El primero de los sistemas era más barato. Aquel tramo había sido inaugurado a toda prisa por el ministro socialista José Blanco poco antes de ser enviado al dique seco por el triunfo abrumador del PP en las elecciones generales de 2011. El juez instructor, Luis Aláez, responsabilizo e imputó a varios exaltos cargos de Adif. ¿Y que ha pasado con ellos? Que yo sepa, nada. ¿A quién se metió en la cárcel tras el descarrilamiento del metro en Valencia el 30 de julio de 2006, donde murieron 43 personas y dejo a otras 47 secuelas imborrables? La comisión de investigación, que se celebró en las Cortes Valencianas, duró cuatro días de verano y discurrió bajo el férreo control de un Partido Popular necesitado de dar carpetazo a un accidente que corría el riesgo de convertirse en su peor pesadilla a un año de las elecciones. En fin, en cuestiones de trenes, la culpa para el maquinista, que es lo cómodo. Y en cuestiones de derroches económicos del Gobierno, para los ciudadanos, que somos manirrotos y tratamos de vivir por encima de nuestras posibilidades. Aquí la actual burbuja, que ya barrunta en el horizonte como un cúmulo-nimbo lleno de granizo como bolas de golf, además de económica, es política. Quizás se resuelva, como espero y deseo, con el fin del bipartidismo de la Segunda Restauración, que es semejante a esos virus hospitalarios difíciles de erradicar de los quirófanos, donde determinados políticos a la violeta y por mor de las listas cerradas de esa  impresentable Oligarquía de Partidos no hacen política sino que han hecho de la política su medio de vida y la forma más rápida de enriquecerse al grito de ese “tora-tora” de que “el dinero público no es de nadie”. ¡De qué nos quejamos! Al final la culpa siempre será nuestra, por votarles;  o sea, del maquinista.

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