martes, 1 de julio de 2014

Sombrero, ¡ay mi sombrero!



Cuenta Antonio Burgos en su artículo de Abc que en Sevilla se han puesto de moda los borsalinos, que no tienen nada que ver  -dice- con  “los sombreros italianos de esta marca, de fieltro y anchas alas, que usaban los gánsteres de Chicago”, y también  el jipijapa de toda la vida, al que llaman panamá”, pero que los fetén, según Burgos,  no son de Panamá sino de Ecuador. Todos los días aprendo algo. Y Burgos aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid para recordarnos aquel eslogan de una sombrerería de la madrileña calle Montera que meses después de terminada la Guerra Civil anunciaba tanto en su comercio como en el Abc aquello de que “los rojos no usaban sombrero”, con lo que parece ser aumentaron considerablemente sus ventas. Pero los rojos sí usaban sombrero: Manuel Azaña, Largo Caballero, Companys… Pasado el tiempo, Fernando Vizcaíno Casas aprovecharía tal eslogan publicitario como título para un libro de anécdotas. Pues bien, Burgos escribe que “ahora son los rojos los que lo usan. O al menos la chavalería votante de Podemos”. Burgos, además de su obsesión por Podemos y por Pablo Iglesias, al que considera el diablo según la descripción de Gaspar Astete, añora, según se desprende de su pluma, la antiguas fábricas de sombreros sevillanas de  Carmelo López Palalea  y la de Fernández Roche de la calle Heliotropo de Sevilla, o de la calle Castelar, que no sé muy bién, y que con el “sinsombrerismo” logró sobrevivir durante algún tiempo fabricando sombreros para los judíos ortodoxos y los nobles ingleses. Ya veremos qué será el día que en el que a Burgos le dé por meterse con los “ninis” de pantalón pirata, gorra con la visera en la nuca y  gafas sobre la frente que se nutren a base de hamburguesas del Mc’Donalds con la calderilla que rascan de los agujereados bolsillos de sus sufridos progenitores y de las víctimas del sablazo. No te quiero ni contar…

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