jueves, 14 de agosto de 2014

Távara o Tábara




En su artículo “De san Froilán a san Atilano”, Chany Sebastián comenta en “La Opinión” de Zamora la importancia de la villa de Távara” en su histórico cruce de caminos entre Castilla y Galicia, entre Asturias y Portugal…”. Lo que no termino de entender es la razón por la que Chani escribe Távara con “be”. Eso habría que preguntárselo a su alcalde, José Ramos San Primitivo, El pueblo de Távara, o Tábara, que al igual que Toro fue posesión de doña Elvira, hermana de Urraca, por herencia de Alfonso VI, se encuentra en las estribaciones de la sierra de la Culebra, en la provincia de Zamora. Doña Elvira se lo cedería a su muerte a su hija doña Sancha y ésta a la Orden del Temple. En el siglo XV, el pueblo pasa a la familia Almansa, que junto a Alcañices y Mombuey constituyeron el Señorío de Távara, que posteriormente pasaría a la familia Pimentel. En 1541, Bernardino Pimentel y Enríquez recibió de Carlos I el título de marqués de Távara, como bien indica Chany, por los servicios prestados contra los comuneros, y un año más tarde Pimentel compraría a la Corona el Señorío de Villafáfila hasta entonces perteneciente a la Orden de Santiago. En tiempos de José Bonaparte todo el extenso territorio de Távara pasó a depender de Salamanca hasta que con el Trienio Liberal (1820-23) retorna de forma interina a la provincia de Zamora,  hasta que la división territorial hecha por Javier de Burgos en 1883  la incluye en esa  provincia definitivamente. Ese marquesado, el de Távara, no sé hoy en manos de quien está, pero aquí aprovecho para recordar al XX marqués, Iñigo de Arteaga y del Alcázar, falleció en accidente en la provincia de Toledo con la avioneta que pilotaba, junto a otras dos personas, en octubre de 2012, cuando regresaba a Madrid desde el castillo de la Monclava, en la provincia de Sevilla. Tenía 43 años, permanecía soltero y era el primer hijo varón de Iñigo de Arteaga, XIX duque del Infantado.

2 comentarios:

Hasta que nos echen dijo...

He leído como siempre... tu artículo con interés.
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Pero en éste en concreto me traes el recuerdo de mi amigo y vecino Iñigo de Arteaga.
Lo mismo hablábamos de urbanismo que de tonterías tomando un vino.
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Le conocí desde que vino a verme para unas obras en su chalet. Pues yo tenía mi guerra particular con el ayuntamiento de Madrid.
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Nunca he sabido nada más que su nombre, Iñigo. Hasta el mismo día de su trágica muerte.
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Con ello, sólo quiero que sepas lo sencillo y buena persona que era.
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Un abrazo y gracias por hacerme recordar.

José Ramón MIRANDA dijo...

Saludos, José Ramón MIRANDA