miércoles, 3 de septiembre de 2014

Llorando por las esquinas




Supongo que a la mayoría de los españoles, en las actuales circunstancias por las que atraviesa el país, les daría igual la supuesta separación matrimonial inminente de Juan Carlos de Borbón  y Sofía de Grecia, si hacemos caso al  periódico italiano La Repubblica o a Pilar Eyre, que parece haber descubierto la pólvora, del mismo modo que a los españoles nos trae al pairo que la revista “Hola” haya eliminado unas transparencias de la blusa de Letizia en Mallorca, oscureciendo más aún su ya oscura camiseta. El “photoshop” consigue milagros. A los españoles, digo, lo que les interesa es otro tipo de transparencias que no acaban de producirse ni existe interés en ello. De Isabel II se sabe hasta cuánto gasta en bolitas de alcanfor. En España no se sabe nada sobre nada. ¿Acaso el CNI se enteró de la que se nos venía encima antes de la masacre en Madrid el 11 de marzo de 2004? ¿Cómo puede ser, por ejemplo, que el Tribunal de Cuentas no se haya enterado de los chanchullos de Pujol, Marta Ferrusola y sus cinco hijos durante treinta años? Y la Abogacía del Estado, ¿estaba en la inopia? Y la Agencia Tributaria, ¿dónde tenía puestos sus ojos? Y si se enteró alguien, ¿a quién trasladó los informes? Y el que lo supo, si es que alguna vez lo supo, ¿por qué no lo denunció de inmediato? ¿Acaso esperó a que los presuntos casos delictivos prescribieran? Demasiadas preguntas sin respuesta. Excesiva opacidad en un Estado de Derecho. Montoro, ahora, anticipa un largo proceso fiscal y judicial contra Pujol y su familia. Muy bien, y al final, ¿qué? Pues pasará lo mismo que pasó con Banca Catalana, es decir, nada. En este país del bipartidismo. la mordida y la indecencia, ha habido gobiernos que se han desentendido de forma expresa de tremendas responsabilidades y han traspasado competencias al goteo a medida que iban necesitando apoyos, tanto en investiduras de presidentes como a la hora de sacar adelante leyes, algunas de lo más peregrinas, en el Congreso de los Diputados,  “sin cuestionarse  -como recuerda hoy en un artículo de prensa Juan M. Blanco- si  tales traspasos beneficiaban a los ciudadanos, a los contribuyentes. Siempre con el único objetivo de saciar los apetitos de las élites políticas”. Y ahora, ¿qué? Pues nada, lo de siempre, a llorar por las esquinas, que es lo que viene en el guión.

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