jueves, 23 de octubre de 2014

Cervantes y su afición por la cocina





Ayer escribía de un libro de cocina sobre el que recomendaba su lectura: “Conduchos de Navidad” de Francisco Martínez Montiño, editado en 1485 por el que fuese jefe de cocina de Felipe II. En su Capítulo I, sobreLa colación de Nochebuena y banquetes por Navidad”, hace referencia a la importancia al guiso de la pintarroja, a los calamares rellenos, al pavo asado, a las batatas, a los dulces, a los vinos… Pero, de entre todo ello, me llama la atención su receta sobre la “olla podrida en pastel”. De ella cuenta que lo de podridano es corrupción de la olla, sino del lenguaje, pues debe decirse poderida, que significa poderosa por el gran poder alimenticio que esa olla tiene por suculencia”. Pues bien, aclarado el concepto, al referirse Martínez a la olla podrida en pastel cuenta lo siguiente:
Conozco a un hombre de gran valía, que aún no ha llegado a la cuarentena, ha estado en la Gloriosa batalla de Lepanto; captivo en Argel y ha publicado en los comienzos deste año, la Primera parte de la Galatea, libro que aunque de fábulas de pastores retrata a gentes muy conocidas. El tal que se llama Miguel de Cervantes, es muy sabedor de cosas atañentes al Arte de Cocina y, sin duda por esto muestráseme grandemente aficionado y me consulta, algunas veces sobre las cosas que escribe y que guardan relación con la materia. Agora anda metido en el empeño de dar a luz un libro que trata de las aventuras de un caballero, entre grandemente cuerdo y disparatadamente loco, y un su escudero que parésceme tiene más de socarrón que de bienaventurado, al cual le hace descir en el original que me ha mostrado:
Aquel platonazo que está mas adelate vahando, me parece que es olla podrida, que por la diversidad de las cosas que en las tales ollas podridas hay, no podré dejar de topar con alguna que me sea de gusto y de provecho. Absit, dijo el médico, vaya lejos de nosotros tan mal pensamiento: no hay cosa en el mundo de peor mantenimiento que una olla podrida: allá las ollas podridas para los canónigos, o para los retores de colegios, o para las bodas labradorescas, dejennos libres las mesas de los gobernadores, donde ha de asistir todo primor y toda atildadura. Hízele observar a mi amigo que la tal olla puede y debe estar asistida de todo primor y atildadura, pues por algo se pone, no ya en mesa de gobernadores, sino en la de los propios Reyes, por ser el manxar nacional de España y como símbolo. Esto aparte de su suculencia, pues no es un plato sino, quince xuntos, y en tal concepto ella sola vale por una comida entera. No sé la suerte que habrá corrido mi consejo”.
A continuación, Martínez expone su receta de cocina sobre la “olla podrida en pastel”, que omito aquí por no aburrir a los lectores. Un poco más adelante cuenta su receta sobre los “huevos de engaño”, cuya lectura es una delicia en su modo de expresarse. En mi escrito de ayer recomendaba la lectura de ese libro. Hoy voy más lejos: descubro que Cervantes también entendía de pucheros y que, a veces, se dejaba aconsejar por Francisco Martínez Montiño, cocinero real que tuvo la suerte de ver de cerca el manuscrito original de El Quijote salido de la pluma de Cervantes.

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