viernes, 3 de octubre de 2014

La posible respuesta: en el ostensorio





Dos personas distintas y un solo rey verdadero. Leo en Vozpópuli que “Zarzuela, [La], evita que el rey Felipe coincida con su padre en actos públicos”. (…) “No parece muy adecuado, de cara a la recuperación de la imagen de la institución -sigue contando ese diario digital-, que don Felipe se mueva cerca de su padre, quien abdicó del trono en circunstancias singulares por su inusitada celeridad”. Esta incómoda situación me recuerda lo que sucede con el ostensorio del Altar Mayor de la Catedral de Lugo. Lo he contado ya varias veces. Cada vez que el sacerdote, revestido y “abrigado” con la capa pluvial, efectúa la bendición a los fieles presentes con otra custodia más pequeña, una especie de párpado cae y tapa la Hostia sagrada de la gran custodia. Así se evitan duplicidades.  Por cierto, aprovecho para señalar que esa gran custodia fue regalada en 1772 por el entonces arzobispo de Zaragoza Juan Sáenz de Buruaga y fabricada en Madrid por un tal Bargas.  Tanto el viril (disco metálico que rodea la  Sagrada Forma) como la Hostia expuesta en la gran custodia fueron robados en la noche del ocho de diciembre de 1854. Ello dio lugar a que se encargase un nuevo viril en Madrid al orfebre Ramírez de Arellano en 1860, que cobró por su trabajo 169.962 reales de vellón, de los que 25.000 fueron donados por Isabel II y el resto recaudados por los lucenses. Como decía al principio, se trata de evitar que el Jefe del Estado y su padre coincidan en los mismos actos públicos. Pero, ¿qué pasa con Letizia y Sofía? Tampoco coinciden. Leo la nota de un lector de ese diario digital que escribe: “El Rey emérito debería fijarse e imitar al papa Benedicto XVI, también emérito, cuya discreción y saber estar son un ejemplo de dignidad”. Otro lector entiende que “el juancarlismo protagonizó una transición en falso que hay que revisar”. Está claro que en España no puede haber dos reyes. Ya lo decía Santo Tomás al referirse a la Santísima Trinidad, cuando prevenía: “Es necesario que vayan las palabras muy ordenadas para no incurrir en herejía”. En el catecismo de Astete, el Padre de nadie procede, pero el Hijo procede del entendimiento del Padre y el Espíritu Santo del amor del Padre y del Hijo. En nuestra Monarquía la cosa cambia: Juan Carlos, el encargado de dejarlo todo atado y bien atado, fue un deseo de Francisco Franco hecho realidad; Felipe, el Mejor Preparado, es un continuador de la dinastía borbónica reinstaurada; es decir, el continuose  del empezose. Falta el acabose del continuose del empezose. Todavía no está escrito. Ni en el Apocalipsis se cuenta. Santo, santo, Señor  de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Dos personas distintas y un solo rey verdadero donde no cabe defecto. En el ostensorium de la Catedral de Lugo quizás podríamos encontrar la respuesta.

No hay comentarios: