martes, 28 de octubre de 2014

Loterías




Las grandes superficies ya tiene colocados los turrones navideños y en la carnicería, la pescadería o la frutería a las que habitualmente acudimos para hacer nuestras compras ofrecen participaciones de lotería, como todos los años. Pero compramos lotería compulsivamente, sin caer en la cuenta de que el soñado premio “gordo” ya no es tan gordo, con esa maldita deducción del 20% que practica el Estado a partir de los 2.500 euros del premio conseguido. Por si ello fuera poco, también tendremos que tener cuidado con los fraccionamientos que hacemos para regalar a amigos y familiares de esos décimos adquiridos, práctica muy común en el sorteo del 22 de diciembre. Según Hacienda, el gestor del décimo premiado (o sea, el que acude a la ventanilla de la entidad bancaria con los décimos en su poder) deberá acreditar en la Agencia Tributaria que tal premio fue repartido entre varios titulares, en evitación de que tales fraccionamientos sean considerados como una “donación” y, como consecuencia de ello, se le deba aplicar al que acude a cobrar su beneficio otro impuesto añadido: el de “Sucesiones y Donaciones”. O sea, lo mejor que podemos hacer es no adquirir lotería y dedicar ese dinero que iba a destinarse a probar suerte a otros menesteres más provechosos, que haberlos, haylos. Las probabilidad de que toque sólo es del 0’001% mientras que la posibilidad de perder es del 85% y eso lo explica bien un miembro del Círculo Escéptico, Julián Aguirre, catedrático de Análisis Matemático de la Universidad del País Vasco, hoy en el diario Abc. “La suerte no existe –comenta Aguirre-, las casualidades sí”. De hecho, en España se repitió el “gordo” de la lotería de Navidad en los años 1956 y 1978, en el número 15.640. Fue una casualidad. Por esa razón no existen los números “feos” ni las administraciones de lotería más afortunadas, llámense “Doña Manolita”, en Madrid, La Bruixa d'Or”, en Sort, “Lotería Valdés”, en las Ramblas de Barcelona, “Ormaechea”, en Bilbao, etc. Estadísticamente son las administraciones que más premios reparten a lo largo del año por la simple razón de que son las que más décimos despachan. Ante la repetición del mismo suceso aleatorio, a medida que aumenta el número de repeticiones, la distribución de los resultados se aproxima más a la distribución de probabilidad. Hagan la prueba con un dado, cuya probabilidad es 1 entre 6, y apunten los resultados de cada tirada. Ahí obtendrán la respuesta. No le demos más vueltas. Como dicen por mi tierra: “Jugar por necesidad, perder por obligación”.

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