sábado, 15 de noviembre de 2014

En el potro de los remordimientos





Decir que la crisis está haciendo estragos en España no es descubrir el Mediterráneo. Y cuando hay crisis prolongada en el tiempo, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Sólo hay que mirar diariamente la cantidad de ciudadanos que con la ayuda de un palo rebuscan en los cubos de basura o acuden a los servicios de Cáritas. Ayer, casi a última hora de la tarde me acerqué hasta un Hipercor existente en Grancasa, en el barrio del Actur zaragozano, para comprar un adminículo que precisaba. Ya de paso, baje a la planta de supermercado dispuesto a comprar algo para cenar. Mientras me servía el empleado, no pude por menos de preguntarle qué hacía El Corte Inglés con la comida sobrante. El empleado, muy digno, aprovechando que no había clientes esperando a ser atendidos, me habló de la trazabilidad alimentaria (capacidad de rastrear y seguir los alimentos o ingredientes en todas las etapas de producción, procesamiento y distribución), de la caducidad de los productos expuestos en vitrinas, de las normas sanitarias y de todas esas zarandajas higiénicas exigidas por el Gobierno de Aragón para productos perecederos. Pero yo le sugerí que sería de utilidad que los productos diarios sobrantes se los entregase la empresa a alguna organización benéfica, a familias con necesidades… El empleado me contestó que ello conllevaba un riesgo. “Imagínese -me dijo- que lo que sobra de esta ensaladilla rusa se la entregamos a un necesitado. Y éste, el necesitado, practica una mala conservación del producto durante el tiempo que lo tienen en su casa; que, como consecuencia de de esa mala conservación, sufriese algún tipo de intoxicación, y que, por si ello fuera poco, le echase la culpa de su problema de salud a la empresa que se lo había donado…”. Me quedé pensativo. Tuve que darle la razón. Ya que hago referencia a la rebusca en los cubos de basura, me viene al recuerdo la imagen de Alfonso de Bourbon, hijo del primogénito de Alfonso XIII, al que aplastó un camión al echar marcha atrás y chocar con un cubo de basura donde ese señor escarbaba en busca de restos de comida. Sucedió en los primeros días de enero de 2012 en San Diego (California). El fallecido, de 83 años, era hijo de Alfonso de Borbón y Battemberg, muerto en accidente de carretera en 1938 y que había renunciado a sus derechos dinásticos en 1933, tras enamorarse de la cubana Edelmira Sampedro. Regresé a casa triste,  como aupado en el potro de los remordimientos.

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