jueves, 13 de noviembre de 2014

La empresa siempre gana





Leo que Adif ha comenzado a verter a Endesa energía procedente del frenado de los trenes, por un equivalente a un GWh/año, o sea, el 12,7% de la energía que consumen los convoyes entre Málaga y Fuengirola. Esa energía se aporta desde una subestación eléctrica de corriente continua ubicada en La Comba (Málaga) ya transformada en corriente alterna. ¡Pero cómo no me ha dicho eso mi amigo, el jefe de estación! Lo veo a menudo, nos tomamos unas cervezas, hablamos sobre lo divino y lo humano y noto que últimamente se cabrea como un mono pensando en la que se prepara, es decir, que ahora los trabajadores del mundo al otro confín del territorio patrio podrán ver reducidas sus nóminas con vistas a conseguir un fondo, cuyo importe deducido mensualmente se trasladará a una cuenta con la que se indemnizará a esos trabajadores en caso de despido.Y los intereses de ese fondo, ¿quién se los quedará? O sea, el trabajador despedido se llevará unos euros que antes habrá aportado para tales contingencias. Pero uno no termina de entender qué pasará con el Fogasa. Tampoco entiendo que el empresario en cuestión se pueda ir de rositas. Eso sí que son frenazos en seco en la economía familiar  y no los del tramo ferroviario entre Málaga y Fuengirola. Pero yo le digo a mi amigo que no desespere, que ahora -según datos que maneja el periodista  Adolfo D. Lozano en la sección “Juventud y belleza” de un periódico digital-, se ha puesto de moda entre la gente famosa el llamado ayuno intermitente, que consiste en  alternar días con un consumo calórico mínimo con días sin restricción alguna. O sea, como un ramadán pero sin comer a la puesta de sol los días que toque. De ese modo podrá ser más llevadera la magrura de la nómina y el clareo de la raspa. Y el periodista pone como ejemplo a los griegos cristianos ortodoxos, que ayunan 180 días al año. Claro, los griegos tampoco están como para lanzar cohetes. Y a los monjes budistas, que ayunan con la luna llena y con la luna nueva de cada mes lunar, o sea, 14 días de veintiocho. No pasa nada. Ahí los tienes, en el Garraf, en Graus, en Requena, en Molina de Segura, etcétera, vestidos con túnicas de color butano, las cabezas rapadas y dedicados a la contemplación y al nirvana. Pero lo de Adif es distinto. Si los maquinistas de Renfe Operadora no frenasen los trenes para que los empleados de Adif vendieran a Endesa la energía sobrante, no tendría sentido haber hecho tal desdoblamiento de funciones en la Renfe y en los ferroviarios. Recuerdo que cuando yo regresaba a  Madrid desde Sevilla los trenes se frenaban al norte de la provincia de Jaén, en un desfiladero de paredes abruptas, pero no para poder vender la energía sobrante, que entonces lo era en forma de vapor y carbonilla, sino por falta de fuerza de las locomotoras, lo que dio lugar a que Rafael Gómez Ortega, en 1908, al llegar a la Estación de Atocha procedente de Andalucía, ya apeado, mirase en el andén a la máquina desparramando una potente nube de humo y le gritara: “¡Esos cojones en Despeñaperros!”. El empresario siempre gana, como la banca en los casinos.

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