viernes, 12 de diciembre de 2014

El milagro de la Navidad




Con la llegada de las navidades ya no se estila ver a mujeres con sayas largas ni a hombres con parpusa, tan típicamente asociada a los chulapos madrileños, ayudados de un palo largo y conduciendo rebaños de pavos por las calles en busca de comprador. Ya perdonarán que la palabra parpusa, también llamada palpusa, no figure en el Diccionario. Por eso lo escribo con letra bastardilla. Pero, exista o no, lo cierto es que la gorra de tela con pequeños cuadros aparece en “La verbena de la Paloma” y en los sainetes de Arniches. Por tanto, existe tal nombre aunque no se contemple registrado en las páginas del Diccionario en su vigésimo tercera edición. Habría que proponérselo a Villanueva, nuevo presidente de la Real Academia. Los tiempos cambian y los gustos de los ciudadanos también. Decía Ignacio González, al referirse a los comedores infantiles, que el problema de los niños de su Comunidad no es que coman poco y mal sino es que son obesos. Es normal en las sociedades donde hay poco dinero disponible. Se abusa de los hidratos de carbono y se prescinde de las necesarias proteínas. Quizás esa pueda ser una razón. Pero mientras el hambre cunda, todo seguirá así. Unos engordarán más de lo necesario y a otros se les clareará la raspa. Y aquí quedará bien el dicho de que “no hay tu tía”, que es una expresión que suele usarse ante los hechos consumados y cuando no existe esperanza de cambio. Expresión, digo, que procede de la mala interpretación de atutia o tutia, término equivalente a óxido de zinc, cuando su costra, dura y grisácea, se adhiere a las tuberías y a los hornos donde se extrae zinc o se fabrica latón. Con aquella mezcla, se preparaba un ungüento que facilitaba la cicatrización de las heridas. Cuando no había tutia, tampoco había solución para el herido. Pero a lo que iba. Ya nadie pastorea por las ciudades pavos ni aparecen viñetas al estilo de aquellas de Carpanta, siempre pensando en un pollo asado. La gente, a mayor gloria de Rajoy, rebusca en los cubos de basura de los supermercados a la caída de la noche por ver si cae una pizca que pueda consumirse. Y a veces hay algo para llevar a casa. Ese día estarán de fiesta. Es el milagro de la Navidad.

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