domingo, 21 de diciembre de 2014

Feliz Nada



El cartero y el barrendero ya no felicitan la Pascua. Porque, mira, aquí hay que aclararlo todo. No es lo mismo felicitar la Pascua que hacer la pascua. Tampoco se escriben muchos christmas para ser enviados a parientes y conocidos. Cada vez menos. Con los parientes casi ni nos hablamos, salvo en bodas y entierros. Lo de los conocidos es otra cosa; los conocidos, que ya no lo son tanto, no solían felicitar la Pascua, sino “las Pascuas”. Así, por el mismo precio de un timbre postal, y por el hecho de pluralizar, mataban dos pájaros de un tiro: la Pascua de Navidad y la Pascua de Reyes. Igualito que pasa ahora con la política de los supermercados: “señora, llévese tres y pague uno”. Hombre, si se trata de tres escarolas no pasa nada, pero si pagas un frasco de Sidol llevándote tres, hasta puedes sacarle brillo a los leones del Congreso, es decir, a Daoiz y a Velarde, y aún te sobra. Además con Daoiz terminas antes, por ser eunuco. Por otro lado, los sellos postales se han puesto por las nubes (38 céntimos de euro, equivalentes a 63’23  antiguas pesetas) desde que en Correos despachan hasta artículos de papelería y sus empleados están a todo menos a lo que deberían estar. Y no trae cuenta, porque los carteros, a poco que nos descuidemos, depositan la felicitación en el buzón de casa cuando ya ni queda turrón ni sidra-champán El Gaitero, famosa en el mundo entero, ni guirlaches, ni anís Las Cadenas, de finísimo paladar, ni ese raro resplandor de las lucecitas intermitentes en la ventana del cuarto de estar, compradas en los chinos cuando todavía quedaba algo de la paga extraordinaria. También los aguinaldos empiezan a ser cosa del pasado. Se acabaron los paquetes con botellas y turrones. Y las cenas de empresa, de haberlas, sólo entre compañeros, a riguroso escote y en un cuchitril de polígono industrial. También cuestan un Congo, pero, dentro de lo malo ya te vas esa noche a la cama con la andorga amueblada, que no es poco. En las empresas el aguinaldo de hoy consiste en recortar la nómina y aumentar las horas de trabajo. Para más inri, el patrono te hace un favor con las nuevas medidas de la ministra Báñez, que tanto confía en la Blanca Paloma para arreglar el drama paro, cuando éste te informa de que el trabajo es salud, cosa que no sabíamos. Y en esas estamos; o sea, sin encender la calefacción por su alto coste, viendo en la tele del Gobierno cómo beben los peces en el río, pintando los macarrones con rotulador rojo a falta de salsa de tomate y tapados con la batamanta hasta la línea de las cejas. Y eso que todavía nos queda por delante la odiosa y monótona letanía de los niños de San Ildefonso, el discurso de Felipe VI (nuevo en esta plaza), la cena de Nochebuena, la comida de Navidad, la cena de Nochevieja, la comida de Año Nuevo, los edulcorados valses televisivos desde Viena y los regalos de Reyes. Como diría Jorge M. Reverte: “¡demasiado para Gálvez!”.

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