jueves, 19 de febrero de 2015

Travesuras de entremés





El encabezamiento de hoy viene a cuento con el viejo chascarrillo de La Codorniz, que decía: “Pepín es a Pepón como cojín es a equis, y nos importa tres equis que nos cierren la edición”.También, con aquel trabalenguas: Los cojines de la reina, los cajones del sultán. ¡Qué cojines!, ¡qué cajones!, ¿en qué cajonera van? Con lo de Rodrigo Rato, escucha mi niña, es que me mondo, lirondo. Resulta que Rato es aquel tipo que tocaba la campanilla en la Bolsa, como el factor de circulación que avisa de la próxima salida del correo de Valladolid, el día que anunció  la entrada de Bankia en el parqué a un  precio de cagonlaleche. Sí, hombre, aquel tipo que todavía no se había aficionado a las tarjetas Black de Cajamadrid y que más tarde se dejó perilla al estilo de don Paco, el señor del busto en bronce de Lanestosa. Pues bien, Rodrigo Rato echa chispas por culpa de unos cojines que mandó arreglar. En agosto pasado llevó unos cojines descosidos a una tienda de Gijón para que les  cosiesen un lateral. Pero el tiempo pasó y Rato no aparecía por la tienda. Y así hasta cinco meses. "La costurera pensó –según cuenta el diario El Comercio- que no regresaría para recuperar unos cojines que por su volumen, de aproximadamente un metro de largo por cincuenta centímetros de alto, le molestaban mucho en el pequeño espacio de la tienda". Y sin pensarlo dos veces, decidió ponerlos junto a un contenedor de Cáritas. A los pocos días, Rato apareció por la tienda y, al saber que la costurera los había mandado a tomarporsaco, éste se enfadó como un mandril cuando intentas quitarle un plátano. Amenazó con denunciarla y ahora le reclama 380 euros por sus cojines. Tras tres tragos y otros tres, y otros tres tras los tres tragos, travesuras de entremés, trapola tramo y tragon, treinta y tres tragos de ron, tras trozos de trucha extremo, en un tris los truene el trueno. A Rato habría que invitarle a que contase “semejante atropello”, el de sus cojines, a aquellos ciudadanos que están a la puerta de la entidad que él presidió reclamando que les devuelvan el dinero de las “preferentes”; cuyo montante, sin duda, vale mucho menos que sus cojones, digo, que sus cojines. Y a la costurera que la enchironen por sus malas prácticas.

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