lunes, 2 de marzo de 2015

Carmen Mandiá





Parece normal que si un sacerdote, ya anciano, tiene ocho parroquias a su cargo, delegue en alguien de su confianza para que los domingos y fiestas de guardar haga lo más parecido a una misa, salvo la consagración. Tal es el caso, como cuenta hoy El País, lo que sucede en la aldea de Frexulfe, en el norte de Lugo, donde Carmen Mandiá se encarga de los oficios religiosos por delegación directa de José Antonio Llenderrozos, titular ecónomo de O  Valadouro. Carmen tampoco se reviste con las ropas litúrgicas de la misa tridentina, o sea, casulla, alba, cíngulo, amito y estola. El manípulo desapareció con el Concilio Vaticano II. En suma, todo aquello que Santo Tomás decía que “servía para imponer respeto”. Cada una de esas prendas litúrgicas tiene su significado, como en otro momento recuerda San Buenaventura, que consideraba que el Nazareno llevaba encima todas esas prendas: el amito, cuando los judíos le velaron el rostro; el alba, cuando Herodes le cubrió de una vestidura blanca; la casulla, cuando se le puso un trozo de púrpura; y el manípulo, la estola y el cíngulo, cuando fue atado a la columna. Todos esos ornamentos sagrados deben ser previamente bendecidos por el párroco del lugar utilizando las oraciones del Ritual, nunca del Pontifical. Y tales ornamentos pierden la bendición cuando se deterioran por el uso y cuando se utilizan para fines teatrales. De la misma manera, las casullas actuales tiene diversos colores desde Inocencio III,  en el siglo XIII, mediante su bula  “De sacro altares misterio” : album, viridis, rubrum, violaceo y nigro, con sus correspondientes significados, que a partir de entonces sustituyeron a los colores jacinto, púrpura, azafrán y carmesí del Antiguo Testamento, como se cita en Éxodo 28, 5-6. Pero a la señora Carmen Mandiá le traerán, supongo, al pairo tales menudencias cromáticas. Ella se maneja a la perfección con la ayuda del libro de tapas anaranjadas “Celebración de la palabra en ausencia de presbítero”, que lo mismo le sirve para un roto que para un descosido. Carmen Mandiá, a la que conocen los vecinos de Frexulfe como Carmen  do Rego y fuera de allí como la mujer de Manolo de Ramona (por su marido y por su suegra) se las pinta sola para encandilar a los feligreses con sus  homilías, sermones, reparto de la comunión y los correspondientes cánticos si fuese menester. Ya lo dijo el padre Laburu: “cantar es rezar dos veces”. Por cierto, tiempo atrás se encontró en el archivo de la biblioteca del Santuario de Loyola un  centenar de películas realizadas en formato de 16 mm entre los años 1932-35 sobre prácticas curativas, bajo el título genérico de “Magia en el País Vasco”, todas ellas realizadas por José Antonio Laburu Olascoaga, jesuita y licenciado en Farmacia. En tales filmaciones se cuenta la sanación de aerofagias, dolores de vientre, heridas infectadas, caspa infantil, mordeduras de serpientes, etcétera, que se realizaban siguiendo los ritos pertinentes y utilizando las fórmulas magistrales que él consideraba adecuadas y señalaba, también, antigüedad de las mismas. Por ejemplo, para curar las heridas infectadas, Laburu recomendaba las siguientes pautas: “Ante la cama del enfermo, y después de santiguarse, se reza tres veces el Señor mío Jesucristo y siete veces el credo, invocando la Primera Persona de la Santísima Trinidad, haciendo lo mismo con la Segunda y Tercera Persona. Total, nueve Señor mío Jesucristos, y veintiún credos. Después se reza un Padre nuestro a La Dolorosa y se procede a colocar un emplasto formado a base de manteca, aceite, ajo bien quemado y un poco de excremento de vaca. El objeto del emplasto es extraer el veneno de la herida. Cuando existe pus, se punciona por medio de una espina. Las hierbas que intervienen en el emplasto son hierbas especiales que dan flor roja, que nacen sobre todo en los sembrados de patata y que en vasco se llaman xangóriya".

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