miércoles, 3 de junio de 2015

Hernán Cortés o el baúl de la Piquer



Aquí lo que hay que hacer con premura es devolver a España los restos de Hernán Cortés que desde 1947 permanecen recolocados en un muro de la Iglesia de Jesús Nazareno, a la izquierda del altar. Lo malo es que no estará Ana Botella de alcaldesa de Madrid para colocar lo que queda del conquistador de Méjico (a mí no me gusta escribir México, por muy lindo y querido que sea) junto a los restos de Cervantes, o sea, en las Trinitarias. Y ya puestos, a ser posible que también nos devuelvan los mejicanos el tesoro del Vita, que llegó a Veracruz y allí se le perdió la pista. La actual sepultura de Hernán Cortés tiene una placa que reza: “Hernán Cortés 1485-1547”, conque no cabe duda alguna. Lo de Cervantes es distinto. Aparecieron unos restos muy deteriorados que nadie sabe a quién correspondían. Hasta algún malpensado estará convencido de  que son los huesos de un pollo asado que se comieron unos albañiles mientras rascaban el suelo. Hernán Cortés murió el viernes 2 de diciembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta (Sevilla) y recibió sepultura en el cercano monasterio de San Isidoro del Campo, en la cripta de la familia del duque de Medina Sidonia, bajo las gradas del altar mayor, con un epitafio que le dedicó su hijo Martín Cortés, segundo Marqués del Valle. El epitafio decía: “Padre cuya suerte impropiamente/ Aqueste bajo mundo poseía  / Valor que nuestra edad enriquecía, / Descansa ahora en paz, eternamente”. En 1550, a los tres años de su muerte, sus restos fueron cambiados de lugar dentro de la misma iglesia de San Isidoro del Campo, justo a un lado del altar dedicado a Santa Catalina. En 1566 sus restos fueron trasladados a la Nueva España y sepultados junto con su madre y una de sus hijas en el templo de San Francisco de Texcoco,  cerca de Méjico D.F.  Yacerían allí hasta 1629. Ese año. a la muerte de Pedro Cortés, cuarto Marqués del Valle y último descendiente de Hernán Cortés, las autoridades civiles y eclesiásticas de la provincia española decidieron sepultarlos en la misma iglesia, así que los restos de Cortés fueron inhumados cerca del altar mayor (en un nicho detrás del sagrario) en la iglesia del convento de San Francisco, frente a la plaza de Guardiola en la capital mejicana con la siguiente inscripción “Ferdinandi Cortés ossa servatur hic famosa”. En 1716 una remodelación de ese templo obligó a los franciscanos a exhumar los restos y trasladarlos a la parte posterior del retablo mayor, lugar en el que permanecerían durante 78 años. En 1794 las autoridades de la virreinato exhumaron nuevamente los restos de Cortés con el fin de cumplir con los deseos del conquistador, que en una ocasión deseó ser sepultado en la iglesia contigua al hospital de Jesús (Méjico), así que sacaron los huesos de Cortés de de San Francisco y fueron trasladados, donde descansarían 23 años. En 1823, a los dos años de la independencia de Méjico,  en cuya catedral fueron depositados, un gran movimiento nacionalista surgió entre los habitantes y se temió que la muchedumbre asaltara el templo para tomar los restos de Cortés. Para tratar de evitarlo, el ministro Lucas Alamán y el capellán mayor del Hospital desmantelaron la noche del 15 de septiembre el mausoleo  (el busto y demás ornamentos fueron enviados a Italia para hacer creer a los agitadores que los restos mortales de Cortés habían salido del país), pero la urna con sus huesos fue depositada en 1836 en un nicho que se construyó en la pared del templo a un lado de donde estuvo el mausoleo. Allí permanecieron 110 años, hasta ser encontrados. En 1946, algunos historiadores del Colegio de México tuvieron acceso al acta notarial en la cual se detallaba la última morada de Cortés y decidieron buscar sus restos. El domingo 24 de noviembre de ese año los historiadores encontraron el nicho que guardaba la urna. El 28 de noviembre de 1946 el presidente de Méjico, Manuel Ávila Camacho, expidió un decreto mediante el cual confirió al Instituto Nacional de Antropología e Historia la custodia de los restos mortales de Hernán Cortés. El 9 de julio de 1947 se reinhumaron los restos en el mismo lugar en el que los encontraron y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce con el escudo de armas de Cortés grabado y la inscripción antes señalada. Al final, los restos del conquistador español descansaban en el lugar que eligió Cortés en su juventud para ser sepultado: el templo del Hospital de Jesús. En 1836 se extrajeron los restos y fueron depositados en un nicho y permanecieron en ese lugar  durante 110 años. Nunca unos restos mortales  dieron tantas vueltas. Las idas y venidas de los restos de Hernán Cortés superaron con creces el ajetreo en los camarotes de los barcos del baúl de la Piquer.


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