lunes, 1 de junio de 2015

La pitada




Mucho se ha escrito ya  en la prensa sobre la ensordecedora pitada al Himno Nacional y a Felipe VI durante la final de la Copa del Rey en Barcelona. De la misma manera, han criticado la mueca de Artur Mas, que era una mueca al estilo de La Gioconda más que otra cosa.  No hubo risa por parte del presidente de la Generalidad. Sólo una velada sonrisa. No es lo mismo reírse que sonreír. A mi entender, la pitada fue una muestra de intolerancia y una falta de respeto. Pero mantengo que los ciudadanos tienen derecho a manifestarse por mucho que molesten determinados chiflidos. Ello forma parte de la libertad de expresión. Posiblemente en Bilbao, en el estadio de San Mamés, hubiese pasado algo parecido.  Para Mas, tan bochornoso espectáculo “debe situarse en un contexto normal en este tipo de acontecimientos”. Tal vez es que todavía, a estas alturas de la democracia,  no hayamos encontrado la forma de Estado (Monarquía o República) adecuada  ni los símbolos que verdaderamente puedan unir a todos los españoles. O tal vez no la encontremos nunca y resulte que “los españoles son ingobernables”, como dijo Amadeo de Saboya al abandonar España. Unas dudas parecidas a las que tengo yo ahora atenazaron a los revolucionarios en 1868 cuando expulsaron a Isabel II. ¿Por qué no la República? Prim había dicho aquello de “los Borbones nunca más”. Y se empezó a marear la perdiz. La Corona le fue ofrecida al hermano mayor de Amadeo, Cavagni y al sobrino de Víctor Manuel II, Tomás, duque de Génova, un niño de 13 años. La opción de Amadeo salió adelante porque fracasaron todas las demás: las de Fernando Coburgo, Antonio de Orleans, Alfonso de Borbón, Espartero, Carlos de Borbón, el ruso Constantino Nikolaevich Romanov, el danés Hans de Glücksburg y el alemán Federico de Hesse-Kassel. También se sondeó a los Hohenzollern, casa real alemana encabezada por el príncipe Antón, hermano del rey prusiano Guillermo I. En España, a la muerte de Franco, no se dejó que opinase la ciudadanía y que pudiese manifestar la nueva forma de Estado a la salida de aquella Dictadura. Aquel “atado y bien atado” de Franco equivalía a reinstauración de la Casa de Borbón en la persona de Juan Carlos de Borbón y Borbón Dos Sicilias por las Cortes preconstitucionales, al que consideraban heredero de los derechos históricos. ¿Y Juan de Borbón? Algo no cuadraba en aquel esquema. Pero la Constitución Española de 1978 incluyó dentro de su articulado la figura del nuevo monarca. Y cuando los españoles dieron el “sí” a la Constitución, aquel frío 6 de diciembre, asumieron sin fisuras aquella imposición venida de la mano del dictador. Ya no hubo tío pásame el río. Respecto a los símbolos, es decir, a la bandera, habría mucho que decir. Ya sabemos que fue adoptada por con todos sus elementos actuales de acuerdo con la Ley  39/1981, de 28 de octubre, que es cuando se añade el escudo. Con anterioridad se refería a “tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que las rojas”, como quedó reflejado en el Artículo 4, apartado 1, de la Constitución del 68. Y el escudo de España quedó regulado por la ley 33/1981, de 5 de octubre, y por el Real Decreto 2964/1981, de 18 de diciembre, donde se especificaba también la posición del escudo en la bandera. El actual diseño de la bandera nacional surgió con el Real Decreto de 28 de mayo de 1785, por el que Carlos III resolvía un concurso convocado para adoptar un nuevo pabellón de la Marina, eligiendo dos diseños: uno para los buques de guerra y otro para los mercantes, de entre las doce propuestas que le presentó Antonio Valdés y Fernández Bazán. Y no hubo ningún problema con esa bandera bicolor hasta 1931, cuando la II República adoptó otra enseña nacional. Los republicanos creyeron erróneamente que los colores de la enseña nacional representaban a la Corona de Aragón, y pensaron que introduciendo el color morado en la enseña representarían así a Castilla. No se entiende muy bien. El Pendón de Castilla era carmesí. Esa nueva bandera, donde se había sustituido el color carmesí por el morado, era la que se usaba en los casinos republicanos.  El color morado fue una reivindicación de los comuneros castellanos del siglo XVI, que fueron la voz del pueblo contra la tiranía del poder. Pero a lo que iba. La bandera republicana se utilizó en España desde 1931 hasta 1939. La bandera bicolor la potaban los insurrectos, que más tarde ganarían la guerra. Quizás, no lo sé, de ahí derive un cierto odio visceral hacia la rojigualda por parte de muchos ciudadanos que ahora la pitan cuando tienen ocasión. Yo no lo haría, y entiendo que en la España actual hay que respetar los símbolos y a la persona que ejerce la Jefatura del Estado, aunque sea por herencia. Pero todos no pensamos de igual manera y para gustos se hicieron los colores. Mientras sólo se pite, no pasa nada. Lo que no se puede ni se debe permitir es que bandera y la Jefatura del Estado sean impuestas por el ganador de una guerra entre hermanos; es decir, por Franco; que dejó las cunetas llenas de esqueletos de ciudadanos que no pensaban como él. Eso nunca más. Lo de las pitadas, a su lado, sólo es una anécdota a la que no hay que dar mayor importancia.


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