lunes, 8 de junio de 2015

Ochenta años no es nada





En un viejo chiste se cuenta que el coronel, cansado de las borracheras de la oficialidad y de la tropa de su regimiento cuando salía de paseo, decidió pedir permiso al alcalde para colocar en la cantina del pueblo un curioso cartel: “Soldado, no bebas. El alcohol mata”. El tabernero, alarmado ante el descenso de su recaudación, añadió debajo otro cartel: “El buen soldado no teme a la muerte”. El español siempre encuentra recursos para salir del atolladero. Recuerden, por ejemplo, cuando Rodríguez Zapatero, allá por 2009, apostó por el Fondo Estatal de Inversión Local, dotándolo con 8.000 millones de euros para que los municipios llevasen a cabo pequeños proyectos. El resultado fue que se dio empleo a 240.000 ciudadanos, de los que 92.000 eran nuevos contratos. ¿Fue la solución al problema del desempleo? No, pero algo había que hacer en momentos delicados. Hubo otras medidas, como bonificaciones a empresas por contratar a parados de larga duración; que se pudiese acceder hasta el 60% de la prestación para intentar convertirse en autónomo; se estudió la manera de eximir del pago del IVA a aquellas facturas que todavía no se  habían cobrado por parte de las empresas; etcétera. Los recetarios contra la crisis económica fueron diversos. Unos más acertados que otros. El PSOE apostó por aquel Plan E cuando el PP, todavía en la Oposición, propugnaba austeridad en el gasto público ante la tremenda recesión instalada y con evidente riesgo de deflación. A partir del triunfo del PP, con mayoría absoluta en las Cámaras y con dominio casi absoluto en casi todas las Comunidades Autónomas, los españoles sufrimos el mayor recorte en Sanidad, Educación, servicios sociales y pérdida de poder adquisitivo de jubilados y trabajadores desde que se tenía noticia. El paro, sin embargo, siguió creciendo. Se aumentaron los impuestos directos e indirectos, se pisoteó el Estatuto de los Trabajadores hasta límites vergonzosos, se tuvo que rescatar a unas cajas de ahorros hasta entonces manejadas por políticos y sindicalistas ineptos (caso Bankia) y por una Iglesia Católica depredadora que daba palos de ciego (caso de CAI). En fin, Rajoy se parece a aquel coronel que mandó poner el cartel en la cantina por el bien de la salud de los soldados. Pero los ciudadanos, hartos de la corrupción instalada en las instituciones del Estado, ha apostado con su voto en las últimas elecciones municipales por el fin de un bipartidismo instalado en este país desde los inicios de la democracia y que ha resultado ser más deletéreo para el conjunto de los ciudadanos que el bacilo de Koch. Y, ahora, la derechona de siempre, esa que nunca pidió perdón por el trágala de un nacional-catolicismo ya extinto, escribe ríos de tinta sobre el regreso del Frente Popular. Pero los ciudadanos no tememos un giro a la Izquierda de la misma manera que los soldados no tienen miedo a la muerte. El artículo de José María Carrascal de hoy en el diario ABC (“2015 no es 1935. Pero…”) es la última muestra de lo que afirmo. Sólo nos separan 80 años, más o menos la edad que tiene ese periodista que parece vivir en tiempos de los dinosaurios, o sea, hace 80 millones de años.

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