domingo, 28 de junio de 2015

Rudi: último acto




Que se haya colocado una pequeña placa en el respaldo de un banco público, en el lugar donde fue secuestrado Publio Cordón Munilla, me parece respetable. Es bueno que no perdamos la memoria de las cosas. El señor Cordón ya tiene reciente homenaje, placa y un camino peatonal que lleva su nombre. Pero me permitirá el lector que pida remembranzas equivalentes para otras muchas personas que fueron víctimas de la represión y que, por desgracia, permanecen en el anonimato y su recuerdo tan difuminado en la Memoria Histórica como el polvillo de las mariposas. Es decir,  no existen placas en los barrancos y en las cunetas donde hubo fusilamientos masivos por defender la Libertad; ni en el punto exacto donde un entrañable amigo se cayó de la moto y se dejó los sesos sobre el asfalto; ni nadie tiene en su recuerdo a aquel albañil, posiblemente subsahariano, que se fue al vacío desde el andamio y cuyos restos fueron a la fosa común; etcétera. Durante los años 60 del siglo XX al ministro de Obras Públicas de turno se le ocurrió la rara idea de señalar los puntos tétricos de las carreteras donde había fallecido alguien: “Aquí un muerto”, “Aquí tres muertos”, en un intento vano de concienciar a los conductores de la importancia que tenía estar muy atentos a las curvas y a los cambios de rasante. Pero nunca reconoció aquel Estado Español vencedor en cien batallas y manejado por el dictador Franco que las carreteras de entonces eran infames, parcheadas, con árboles pintados con una faja blanca en su tronco, de un solo carril de circulación en cada sentido de la marcha y en las que cada adelanto a un camión equivalía a jugarse el tipo por el alma de la abuela. La culpa, siempre había culpa, era del ciudadano despistado. Jamás de las infames infraestructuras viales. Eran los años en los que se pusieron de moda los eslóganes “Papa, no corras” y “Papá, ven en tren”, aunque en el tren se tardasen seis horas en hacer el recorrido Zaragoza-Madrid, o 36 horas en ir desde Barcelona hasta La Coruña. Otro eslogan famoso fue el de “Trabaja, pero seguro”, animando a los obreros a que llevasen en la obra el casco protector, más por evitar posibles absentismos que por la preocupación por la salud del productor. Al menos, aquel Estado Español, aunque fuese por pasiva, era consciente de que si al cabeza de familia le sucedía algo en un viaje o en la factoría su familia se quedaba automáticamente en la peor de las ruinas posibles. Lo de Publio Cordón es distinto. Tuvo la desgracia de toparse con unos miserables del GRAPO, que le secuestraron. Se pagó un fuerte rescate, sin éxito. Silva Sande confesó años más tarde que el cadáver de Publio Cordón fue enterrado en un paraje francés del Mount Ventoux, pero sus restos no han sido encontrados pese a los importantes intentos de búsqueda. Es todo lo que sabemos veinte años después. Y todos los ciudadanos de bien lo sentimos. Se da la circunstancia de que el ministro de Interior y Justicia de entonces era Juan Alberto Belloch, actual alcalde saliente del Ayuntamiento de Zaragoza. Mis respetos para Pilar Muro, viuda legalmente reconocida y actual presidenta del Grupo Hospitalario Quirón. Por fortuna, a la señora Muro no le ha sucedido lo que a la viuda del obrero muerto que antes comentaba, cuando se quedaba en la miseria tanto ella como sus hijos pequeños. La señora Muro (primera accionista de  USP Grupo Hospitalario), Alfonso Soláns (dueño de Pikolín) y César Alierta (presidente de Telefónica) son las personas más ricas de Aragón, según los Top 3 por Autonomías publicados por la revista Forbes. Y “…los duelos, con pan son menos;  pero tal vez hay que se nos pasa un día y dos sin desayunarnos…”. (El Quijote, cap.XIII, 1ª parte).

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