lunes, 10 de agosto de 2015

El colonio



Carmelo Moya escribe un artículo hoy en El Periódico de Aragón, “Varón Dandy”, que con la frescura en su análisis me ha recordado otros tiempos. Ayer contaba yo que había estado visitando una exposición en La Lonja de Nicolás Muller. Pues bien, lo que cuenta Moya es como sacado de la cámara de ese fotógrafo en su periplo por España. “La raza de hombres-hombres que se afeitaba con hojas Palmera, que conducía camiones Pegaso sin dirección asistida, que se amanecía con su copichuela de sol y sombra acompañado solo por una galleta maría, todavía no se ha extinguido”. (…) “Los hay tan fieles que se hacen acompañar por su fragancia [de Varón Dandy] desde hace 50 años. Fuman Farias; suelen hacerse colgar del morro un palillo las 24 horas del día (cuando se dan una tregua y lo quitan del hocico, lo cuelgan sobre la oreja); su abundante tupé, apelmazado por el constante rastrilleo una vez humedecido solo con agua, marca tan perfectamente bien la raya que parece delineada con láser; se bañan en el barreño una vez al mes, 'haga falta o no...'. (…) Ahora ya no visten chaquetas de pana y zapatos Segarra pero siguen siendo fieles a su brandy Soberano, a su colección de casettes del españolísimo Manolo Escobar y a las novelas --ya raídas-- de Marcial Lafuente Estefanía”. Lo cierto es que esa agua de colonia no apareció en los mercados españoles hasta 1943. Luis Garcés Mantiña, que así se llamaba el perfumista, había nacido en Valencia el 16 de junio de 1920. A la muerte de Luis Garcés, en 2011, contaba uno de sus hijos, Mario, que “inventó el peinado con raya a los 17 años, durante la Guerra Civil, como una manera de diferenciar a los fascistas durante las noches de fiesta en las que soldados de ambos bandos acudían a los bares a relajarse tras un día de contiendas y muerte”. De la misma manera, lamentaba Mario que su padre “no hubiera recibido en vida el Premio Príncipe de Asturias, cuando lo dio todo por España”, en referencia a aquella loción Varón Dandy. A mi entender, el Varón Dandy tuvo su ocaso el día que a un publicista se le ocurrió la infeliz idea de hacer un anuncio para Televisión Española, la única que veíamos entonces, donde un actor cuyo nombre no recuerdo se untaba la cara con esa loción y decía mirando a la cámara: “Varón Dandy, el colonio”. Aquello de “el colonio” produjo muchas risitas flojas entre compañeros de oficina, siempre que uno de ellos, que generalmente siempre era el mismo sujeto, aparecía por la puerta del negociado con aquel tufillo tan característico y que todo lo impregnaba hasta casi producir el mareo. Y no digamos cuando un vecino de casa “impregnado” tomaba el ascensor. Personalmente creo que con aquel olor no hubiera hecho falta que a  Caryl Chessman  le ejecutaran en la cámara de gas de San Quintín el 2 de mayo de 1960. Hubiese bastado con hacerle subir y bajar diez alturas una docena de veces en compañía de ese vecino tan escoscado, relimpio y con tan altos horizontes en su afición por las emociones fuertes.

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