lunes, 24 de agosto de 2015

Gamberros y malnacidos





Que un tipo haya rociado a los clientes de un bar de copas zamorano con un extintor de polvo no deja de ser un hecho lamentable. Una gamberrada propia de un descerebrado. Más todavía si tal acción se comete, como así ha sucedido en la Ciudad de doña Urraca, a las 4’30 de la madrugada. Lo que tampoco se comprende es cómo un bar de copas permanece abierto al público a esas intempestivas horas. Es peor, sin embargo, lo que acostumbra a hacer otro zamorano desde hace bastante tiempo. Sin mejor cosa que hacer, se dedica a poner alfileres dentro de trozos de salchichas y dejarlas por el césped de los parques públicos para que los perros se los coman y mueran con atroces sufrimientos. Si el primero de ellos es un tipo que no tiene dos dedos de frente, el segundo es un malnacido. La maldad humana no tiene límites. Sólo hay que ver lo que en Tordesillas (Valladolid) hacen con el toro de la vega, o lo que en Manganeses de la Polvorosa hacían hasta 2002 con una cabra, tirándola los quintos desde el campanario y esperando que el resto de los mozos de ese pueblo la recogieran antes de que se estrellarse contra el suelo, para amenizar las fiestas patronales y para regocijo de los presentes. Ya su escudo denota la obsesión por las cabras, si tenemos en cuenta que ese broquel heráldico, aprobado por la Diputación de Zamora en 1997, está partido en dos: el primero de plata y rama de palma de gules, y segundo, de gules torre de Iglesia surmontada de cabeza de cabra, todo en plata. Al timbre, Corona Real cerrada. Pues bien, la fiesta  de san Vicente Mártir sigue celebrándose a finales de enero, pero ahora la cabra sólo se pasea por el pueblo por unos “quintos light” que ya no son llamados a filas ni temen, como sucedía antaño, que en el sorteo de la Caja de Reclutas puedan ser destinados a África. La canción “tengo un hermano en el Tercio / otro tengo en Regulares / y el hermano más pequeño, / preso en Alcalá de Henares” ya no dice nada a las nuevas generaciones; y la otra,  “los quintos de la perrera, / la borrachera, / la perdición…”, tampoco. Ahora son los subsaharianos los que llegan aquí en peores condiciones, en busca de un mundo menos hostil. Lo malo es que no lo encuentran. En fin, esperemos que la Guardia Civil dé con el canalla de los alfileres y lo lleve ante el juez. Y que el juez sea amigo de los perros.

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