lunes, 31 de agosto de 2015

Reales Academias y asociaciones culturales





Elena Arzak señala en una reciente entrevista que a la gastronomía española le falta autoestima. Lo que más me ha sorprendido de esa entrevista es que, en un momento dado, Elena cuenta que le encanta una pimienta de Sicuani (China) que anestesia la boca. Hombre, reconozco que he comido en algunos restaurantes de Zaragoza que se tienen por serios que deberían usar esa pimienta a menudo, para que el cliente, al salir del local, no se acordase del árbol genealógico del cocinillas presuntuoso con ínfulas de chef. Yo no sé si a la gastronomía española le falta autoestima. Si Elena Arzak lo afirma, así será. Pero de lo que sí estoy seguro es de que a la gastronomía aragonesa le sobra osadía. Por estos pagos, un cocinero que te prepara unos humildes “huevos rotos” se cree chef de Casa Lucio. Y todos sabemos que para su confección sólo es necesario freir unas patatas (para mí que sean siempre blancas, de la variedad Mona Lisa) en aceite de oliva, echar sobre ellas unos huevos fritos “con puntillas” y acompañarlos con virutas de jamón, o setas, o bacalao…, según el gusto del consumidor. En algunos establecimientos de comidas presentan ya los platos con los huevos revueltos en las patatas. En otros, los dejan enteros para que el cliente lo haga. Lorenzo Díaz, autor del libro “Lucio. Historia de un tabernero” (Ediciones B. Barcelona, 1ª edición, 1996) escribe en la página 105 que “Lucio nunca sospechó que con los huevos estrellados que aprendió a hacer en casa de su madre en tiempos que se aprovechaba todo se chuparían hoy los dedos desde Santiago Carrillo al primer ministro Helmut Kohl, a quien da gusto verle comer porque se le pone la cara de alegría que parece un chaval de 25 años”. Hoy Lucio Blázquez ya pertenece a la “marca España” y  su restorán de la madrileña Cava Baja cuenta con gran cantidad de devotos, entre ellos el anterior monarca. Pero antes decía que a la gastronomía aragonesa le sobra osadía. Me explico. En España existe la Real Academia Española de Gastronomía (RAG) que preside Rafael Ansón. La RAG se fundó en 1980 como una asociación cultural sin ánimo de lucro. El Rey le concedió el 19 de noviembre de 2008 a esa asociación  cultural el título de Real, que fue ratificado por el Consejo de Ministros el 25 de junio de 2010 mediante Real Decreto que le otorgó la condición de corporación de derecho público y aprobó sus estatutos. El caso de Aragón es parecido. Se fundó como asociación cultural el 1 de abril de 1995 y se adaptó posteriormente a la Ley Orgánica 1/2002 de 22 de marzo. De entonces a ahora ha publicado diversos trabajos, algunos muy interesantes. Pero, ¿si se trata de una asociación cultural, por qué le llaman academia? A mi entender, la Academia Aragonesa de Gastronomía es el lugar en el que se reúnen unos asociados aficionados a los fogones para tratar cuestiones culinarias archisabidas, leer unos discursos interminables de ingreso en el cogollo del management  y más tarde publicarlos en forma de cuaderno, a ser posible con la ayuda de la Institución Fernando el Católico de la Diputación Provincial de Zaragoza, es decir, con el dinero del contribuyente.

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