jueves, 6 de agosto de 2015

Sobre mantos y pajaritas





Observando el manto que hoy luce la Virgen del Pilar en su camarín, confeccionado por el Grupo Zaragozano de Papiroflexia con dos pajaritas sobre fondo azul, uno entiende que día llegará en el que el manto de la Virgen, que cada día que pasa es distinto, podrá servir de soporte publicitario de cualquier cosa. Todo es cuestión de dinero. Pero en el caso que ahora nos ocupa, se agradece el detalle por parte del arzobispo, del deán o de quien sea. Un recuerdo a Ramón Acín bien vale una misa, y un manto aunque sea de papel, y un recuerdo hacia ese aragonés que creyó en la libertad. El dibujo del manto que hoy que lleva sobre la columna la Pilarica representa el monumento 'Las Pajaritas', situado en el Parque Miguel Servet de Huesca. Ramón Acín Aquilué fue fusilado tal día como hoy en 1936. Tenía 47 años. Decidió dedicarse al dibujo y a la pintura después de haber intentado estudiar Química en la Facultad de Zaragoza y de haber opositado como delineante a Obras Públicas, sin éxito. Tras asistir a clases en la academia de Anselmo Gascón de Gotor, en agosto de 1910 El Diario de Avisos de Zaragoza publica sus primeras ilustraciones en prensa. En agosto de 1911 ilustra la portada del programa de las fiestas de San Lorenzo en Huesca y a finales de este mismo año un dibujo suyo ocupará la portada de la revista humorística madrileña Don Pepito. A partir del año siguiente, Acín se encarga de la sección de “notas humorísticas” con el seudónimo de fray Acín en El Diario de Huesca que dirigía Luis López Allué. En 1913 marcha a Barcelona, reclamado por Ángel Samblancat, donde fundan el semanario La ira. Con el segundo número, donde en el artículo “No riáis” se hace un duro ataque a la Iglesia Católica, se encarcela a los redactores y se cierra el semanario. Fue en 1928 cuando realiza la escultura Fuente de Las Pajaritas. Acín se involucra a finales de 1930 en la sublevación de Jaca y, al fracasar, tiene que exiliarse en Francia. Con la llegada de la II República, regresa a España y recupera su trabajo como pedagogo en la Escuela Normal de Huesca. En la noche del 18 de julio de 1936 una multitud de oscenses se dirige al gobierno civil en demanda de armas. El gobernador civil se entrevista con Acín y otros líderes antifascistas asegurándoles que todo está bajo control. Al día siguiente Huesca es tomada por los rebeldes. Acín se oculta en su domicilio hasta que el 6 de agosto. Ese día, al oír como maltratan a su mujer, sale de su refugio y se entrega a las autoridades. Ese mismo día será fusilado en las tapias del cementerio de Huesca, cerca del polvorín de Fornillos, donde el 14 de diciembre de 1930 habían sido fusilados los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández. Tanto para Alfonso XIII como para el presidente del Consejo de Ministros, Dámaso Berenguer, “se había hecho justicia”. Cuatro meses después salía el rey de España con el rabo entre las piernas camino del exilio. Se acababa de una puñetera vez  la pesadilla de un reinado catastrófico. La mujer de Acín, Conchita Monrás, fue asesinada diecisiete días después, junto a un centenar de republicanos. Acín vivía por aquellos días en la calle Las Cortes, 3, conocida como Casa Ena. Pero no quiero acabar mi chat sin recordar el  estúpido papel de Alfonso XIII ante tales circunstancias y frente al “error Berenguer”, como lo describió Ortega en El Sol. El error que cometió tanto el  rey como el Gobierno consistió en intentar volver a la Constitución de 1876, cuando en realidad llevaba ya seis años abolida, porque desde 1923 Alfonso XIII era un rey sin Constitución, y su poder durante ese tiempo no había estado legitimado por ella, sino por el golpe de Estado que el rey aceptó. La Monarquía se había vinculado a la Dictadura de Primo de Rivera y ahora pretendía sobrevivir cuando esa Dictadura había caído. Es evidente que, violada la Constitución por el golpe de Estado, se imponía un proceso constituyente. El Pacto de San Sebastián  (17 de agosto de 1930) fue necesario. El 13 de febrero de 1931 el rey nombró presidente del Gobierno al almirante Juan Bautista Aznar que, como se decía en las tertulias de café, procedía “políticamente de la luna, geográficamente de Cartagena”. Lo que vino después, todos lo conocen. El día que un historiador prestigioso plasme con rigor en una planilla el “debe y el haber” de los Borbones en España, veremos el resultado objetivo. Para mí, no puede ser más desfavorable.

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