jueves, 10 de septiembre de 2015

Hay que engrasar las puertas giratorias





Leo  en Vozpópuli que “Renfe planea  externalizar su mantenimiento para reducir plantilla poco productiva. En la actualidad, el pastel del mantenimiento en la empresa pública está en su mayoría desviado a empresas externas, que de esos 647 ya participan de un negocio de 349 millones de euros mientras que la propia Renfe Mantenimiento se queda con los 298 restantes. Esto tiene su sentido, ya que las Alstom, Talgo, Bombardier, Siemens... son las constructoras de máquinas y sus operarios muchas veces tienen el conocimiento específico para mantenerlas en óptimo estado”. Bueno, un día fui a sacar un billete a la zaragozana Estación de Delicias y me lo extendió un señor con aspecto de pertenecer a la empresa que fundó Ramón Areces. Al Gobierno de Mariano Rajoy, que todo lo pretende externalizar, le diría que el mantenimiento de los convoyes no sólo es el de las locomotoras. También es el de los vagones. No sé si todavía existirán aquellos trabajadores ferroviarios que mediante un martillo de largo mango daban un toque a las ruedas de los coches de viajeros una vez parados. Por el sonido sabía que no se habían recalentado y que estaban en disposición de continuar viaje con ciertas garantías de seguridad para el sufrido viajero. Supongo que no, de la misma manera que desaparecieron en las estaciones de las ciudades de medio pelo, hoy muchas de ellas convertidas en apeaderos, la lampistería, los retretes en los andenes, el chiscón con las palancas de cambios de agujas, la cantina y la Librería de Ferrocarriles. Las cantinas de las estaciones de f.c. era el último refugio donde se podía tomar una copa cuando ya todos los bares habían cerrado. La librería era otra cosa. Yo, durante mucho tiempo, acudía de propio a la Librería de Ferrocarriles para adquirir el periódico España de Tánger, aquel diario que fundó Gregorio Corrochano en 1938, por iniciativa del Alto Comisariado en Marruecos, general Juan  Beigbeder. Juan Cruz, el último director, manifestó (en un homenaje a España de Tánger y a aquellos que habían colaborado que se les hizo en la Asociación de la Prensa de Madrid en noviembre de 2008) que “el diario no habría desaparecido de no ser por el afán del nacionalismo marroquí de acabar con la presencia de la prensa francesa que se editaba en Casablanca, como Le Petit Marocain, que había sido el paladín del colonialismo francés”. Aquel homenaje fue consecuencia de la investigación realizada por Juan Manuel Menéndez, refundador de la Agencia Febus, que un año antes quiso reivindicar la figura de su abuelo,  Jaime Menéndez, último director del diario El Sol durante la República y que recaló en Tánger como exiliado, incorporándose al España de Tánger como redactor jefe. Juan Beigbeder había sido nombrado por Franco ministro de Asuntos Exteriores en agosto de 1939 y duró en el cargo hasta octubre de 1940. Franco lo destituyó conocido su amor hacia una mujer anglófila que más tarde resultó ser espía. Ante el imparable avance de las tropas alemanas, Franco nombró para hacerse cargo de ese Ministerio a su cuñado Ramón Serrano Súñer, conocido germanófilo y fascista. La figura  Beigbeder fue plasmada bastante fielmente en la novela  “El tiempo entre costuras” por María Dueñas. Pero, como señalaba al principio, el PP todo lo intenta externalizar. Y la excusa siempre es la misma: eliminar plantillas “poco productivas”. Lo cierto, y esa es la cuestión, a la derechona que todo lo corrompe le conviene mantener engrasadas las puertas giratorias. Más, si cabe, ahora, cuando avanza septiembre y el trasero les huele a fosfatina ante la inseguridad que les produce la cercanía de los próximos comicios. Son conscientes de que todos no caben en los escaños del Senado.

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