martes, 29 de septiembre de 2015

Infringir e infligir




Infringir es un verbo transitivo cuyo sinónimo es quebrantar. Infligir tiene dos acepciones: 1. causar o producir daño, y 2. imponer o aplicar un castigo o pena. Un ejemplo de infringir las leyes puede explicarse cómodamente en los presuntos casos de corrupción de los responsables de la Gürtel, o de la Púnica, o en los presuntos desafueros de Rodrigo Rato o de Iñaki Urdangarín, cuyo pretérito perfecto compuesto en su tercera persona del plural es “ellos han infringido”. Lo de “presunto” lo añado por el hecho de no existir sentencia firme contra los responsables de las tramas de corrupción o contra aquellos individuos que de alguna manera causaron el quebranto. Infligir, como decía, ya es harina de otro costal. Infligir daño es, por ejemplo, lo que hizo durante mucho tiempo Billy el Niño, o sea, Antonio González Pacheco, aquel inspector de la Brigada Central de Información (antigua Brigada Político Social) que durante el franquismo se dedicó en la DGS a torturar, y en muchos casos hasta causar la muerte, a un montón de ciudadanos detenidos por presunta desafección al Régimen. Según la edición de El País (29 de septiembre de 2013) José María Irujo cuenta: “En 1977, Billy el Niño fue condecorado por Rodolfo Martín Villa entonces ministro del Interior, con la medalla de plata al Mérito Policial y agasajado por cien policías en una comida de desagravio por la “persecución” de la que era objeto por los medios de comunicación. Entró en la brigada antiterrorista a las órdenes de Roberto Conesa y acabó su carrera en la policía judicial. “Era uno de sus niños bonitos”, recuerda un comisario. En 1982 pasó a la situación de excedencia para trabajar como jefe de seguridad de Renault. “Discute con todo el mundo. Se ha vuelto más visceral y exaltado”, asegura uno de sus excompañeros.” Hace pocos días, una cadena de televisión (La Sexta) lo ha visto por las calles de Madrid. Trató de esquivar a las cámaras y se “refugió” en el interior de un taxi. La jueza argentina María Servini emitió en septiembre de 2013 una orden de captura internacional tras imputarlo por crímenes de lesa humanidad, pero la Audiencia Nacional rechazó su extradición alegando que los delitos de tortura infligidos habían prescrito. Hay delitos infligidos, como la tortura, que en un Estado de derecho no deberían prescribir nunca, de la misma manera que aquellos que han infringido las leyes no debieran irse de rositas ni poder ser amnistiados en un Consejo de Ministros.

No hay comentarios: