martes, 22 de septiembre de 2015

Llega el otoño




Leo que más de 5.000 enfermeros tienen la formación que les permitirá recetar medicamentos. Pues nada, a este paso día llegará en que un maestro de escuela pueda estar habilitado para dar clases magistrales de Matemáticas en la Universidad; que un celador aplique inyecciones intramusculares a los jubilados y que un farmacéutico esté habilitado para expender en su oficina de farmacia parches para ruedas de bicicleta. Esto es el mundo al revés. De hecho, leo en Heraldo de Aragón que un profesor de Zaragoza, Miguel Ángel Miguel, que tiene nombre capicúa y ejerce en el colegio Hijas de San José, “graba  vídeos en casa, los edita, muchos de ellos los subtitula y los sube a su canal de Youtube. El primero, "El Porompompero de las ecuaciones", lo colgó el 31 de diciembre. En él cuenta los pasos para resolver ecuaciones (paréntesis, denominadores, reducimos, transponemos, despejamos y comprobamos) guitarra en mano. Después ha grabado muchos más: igual explica el teorema de Pitágoras que cómo resolver funciones, ecuaciones, múltiplos y divisores o cómo calcular un préstamo hipotecario”. ¡Toma ya! Eso de Hijas de San José también me ha llenado de asombro. Ignoraba que al padre putativo de Cristo le hubiesen salido más retoños bastardos que a los Borbones y a los Austrias juntos a lo largo de la historia. Y es que hay días en los que uno no sale de su asombro. También me entero hoy de que han detectado la llegada del mosquito-tigre en Aragón y que ya vuela sin necesidad de utilizar GPS por Huesca. Esos mosquitos no entienden del espacio Schengen y desconocen los problemas que causan las migraciones masivas. Aparecen cuando les viene en gana como si fuesen drones y no hay radares que los detecten ni cazabombarderos que les puedan frenar en su invasión por el espacio aéreo. Contra ese díptero invasor llegado desde Asia no hay defensa y las enfermedades que transmite, entre ellas el chikunguña, carecen de vacuna. En fin, mañana comienza el otoño y a todos nos empapará ese raro esplín que, como sucede con la piojera, ataca con mayor virulencia a los románticos desnutridos.

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