sábado, 26 de diciembre de 2015

Aquelarre filológico





Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, echa pestes sobre la reproducción in vitro, que ha calificado de “aquelarre químico de laboratorio”. Pues nada, yo le diría a ese iluminado pastor de almas que gracias a esa técnica reproductiva muchos padres son felices, al poder tener un hijo que de otro modo hubiese resultado imposible. Yo no sé a qué se debe esa obsesión de sacerdotes, obispos y resto de la curia sobre todo aquello que está relacionado con la Obstetricia y la Ginecología. Les podría haber dado, yo que sé, por la Papiroflexia o por la Geometría; pero no, a ellos lo que les produce morbo es meterse en las alcobas, en camas ajenas, entre las sábanas blancas y en medio de la pareja para que corra el aire, al tiempo de susurrarles al oído cómo deben practicar el coito, de qué postura, qué día, a qué hora, con qué luz y con qué musiquilla ratonera de fondo. Por otro lado, esos funcionarios del Cielo obligan a los católicos (utilizando la espada de Damocles del dogma de fe como exigencia) a creer que la Virgen María fue fecundada por el Espíritu Santo, y que fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto. Pero esas extrañas teorías de los doctores de la Iglesia, debidamente explicadas en el catecismo de Ripalda, no se corresponden con un “aquelarre químico de laboratorio”. Esa rara teoría, forma parte del credo y, por tanto, no tienen vuelta de hoja. Es, a criterio de los no creyentes, el resultado de una empanada mental del tamaño de King-Kong. Pero, aún así y todo,  los no creyentes profesan absoluto respeto hacia quiénes piensan de otra manera. Demetrio Fernández, en cambio, al no conocer qué se siente con la paternidad ni con la maternidad, utiliza la frase “aquelarre químico de laboratorio” a lo que debería interpretar como “milagro de la vida”, merced a las técnicas de reproducción asistida que tantas alegrías ha producido a parejas que, de otro modo, nunca hubiesen podido disfrutar de ser padres ni crear una familia, a la que todo ciudadano tiene derecho. En ese sentido, David Torres, en un artículo en Público titulado “El obispo les desea un feliz aquelarre”, señala: “…es del domino público que el dogma de la virginidad de la Virgen María proviene de un error de traducción del hebreo al griego. En el original hebreo la palabra con que se refieren a María es ‘ha-almah’ que se traduce por ‘joven’ o ‘muchacha’, pero al traductor griego le pareció poca cosa y prefirió escribir ‘parthenos’, que significa ‘virgen’ o ‘doncella’. Como la palabra hebrea correspondiente a virgen, ‘bethulah’, no aparece ni una sola vez en el texto original, resulta que la iglesia lleva ya dos milenios arrastrando un aquelarre filológico”. En resumidas cuentas, los aquelarres, aparte de los rituales satánicos conocidos, también están relacionados por el término hebreo sabbat, día de descanso obligatorio en la religión judía. Debido al prejuicio antijudío surgido en la Edad Media a partir de la expulsión  en 1492 por el Edicto de Granada, que partía de un borrador de Tomás de Torquemada, el término sabbat  fue asociado a la práctica de la brujería. Y ahora, el obispo de Córdoba, quinientos años más tarde de aquel inmenso error, confunde el culo con las témporas.

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