miércoles, 17 de febrero de 2016

El reloj de Cela



Leo que en Cercedilla, “muy cerca de Las Dehesas, en la Pradera de Navarrulaque se encuentra un curioso reloj de sol. Ese monumento rural se erigió en homenaje a los primeros senderistas que contribuyeron a difundir la belleza de la Sierra de Guadarrama.  En los días de sol se puede comprobar que marca bien la hora. Es el famoso reloj de Cela, en homenaje al ganador del Premio Nobel. Se inauguró en 1995. Por todos es sabido, y el que no lo sepa se enterará ahora, de que Camilo José Cela ingresó a los 18 años en el Real Sanatorio de Guadarrama al sufrir un serio episodio pulmonar. Es posible que su estancia en ese hospital le ayudase a escribir Pabellón de reposo. Si hacemos caso a Santiago Prieto y a su magnífico ensayo de 47 páginas, La tuberculosis en la obra de Cela. En su novela Memorias, entendimientos y voluntades, Cela detalla su enfermedad: “Por entonces, a lo mejor fue algo más tarde, en el 1933 o en el 34, empecé a salir con las hermanas Nieves y Encarnita, que las dos estaban tísicas y yo creo que fueron las que me dieron el último empujón, ¡mala suerte!...”. (…) “Nieves y Encarnita murieron las dos durante la guerra, se conoce que no pudieron resistir el hambre y las privaciones...”. (…) “Me puse enfermo de cierto cuidado, ya se sabe, tuberculosis pulmonar, y mis padres me llevaron al Real Sanatorio del Guadarrama...”. (…) “Cuando la primera noche apagué la luz envuelto en el silencio, la soledad y la tristeza, me eché a llorar, me da un poco de vergüenza decirlo pero tampoco debo callármelo...”. (…)  “El director era el doctor Partearroyo, un tisiólogo de mucha fama que también vivía en la calle de Claudio Coello y el médico residente creo recordar que era el doctor Vizcaíno que, cuando bajaba a Cercedilla, volvía dando traspiés y echándole la culpa al queso, como Mr. Pickwick. Allí me iniciaron el neumotórax en el pulmón derecho y estuve sólo un par de meses, hasta que me desaparecieron los bacilos. Como tengo que hacer reposo, como tengo que estar todo el día echado y comiendo, me leo la colección entera de los clásicos Ribadeneyra, los setenta tomos que tenía entonces, y Ortega, Baroja, Valle Inclán, Dickens, Dostoievski y Stendhal, esas fueron mis primeras lecturas, y los primeros poetas de la primera antología de Gerardo…”. La próxima vez que me acerque a Collado-Villalba, que espero sea pronto, tomaré el tren hasta Cercedilla, que es como hay que hacer los viajes de fuste, por ver ese reloj que sólo marca la hora cuando el día está despejado. Será mi personal homenaje a  Camilo José Cela casi coincidiendo con su centenario, el próximo día 11 de mayo. Le conocí en persona y hasta me dedicó un libro, Toreo de salón, que conservo como un tesoro.

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