Leo que en Cercedilla, “muy cerca de Las Dehesas, en la Pradera de Navarrulaque se
encuentra un curioso reloj de sol. Ese monumento rural se erigió en homenaje a
los primeros senderistas que contribuyeron a difundir la belleza de la Sierra de Guadarrama. En los días de sol se puede comprobar que
marca bien la hora. Es el famoso reloj de
Cela, en homenaje al ganador del Premio Nobel. Se inauguró en 1995. Por
todos es sabido, y el que no lo sepa se enterará ahora, de que Camilo José Cela ingresó a los 18 años
en el Real Sanatorio de Guadarrama al sufrir un serio episodio pulmonar. Es
posible que su estancia en ese hospital le ayudase a escribir Pabellón de reposo. Si hacemos caso a Santiago Prieto y a su magnífico ensayo
de 47 páginas, La tuberculosis en la obra
de Cela. En su novela Memorias,
entendimientos y voluntades, Cela detalla su enfermedad: “Por entonces, a
lo mejor fue algo más tarde, en el 1933 o en el 34, empecé a salir con las
hermanas Nieves y Encarnita, que las dos estaban tísicas
y yo creo que fueron las que me dieron el último empujón, ¡mala suerte!...”.
(…) “Nieves y Encarnita murieron las dos durante la guerra, se conoce que no
pudieron resistir el hambre y las privaciones...”. (…) “Me puse enfermo de
cierto cuidado, ya se sabe, tuberculosis pulmonar, y mis padres me llevaron al
Real Sanatorio del Guadarrama...”. (…) “Cuando la primera noche apagué la luz
envuelto en el silencio, la soledad y la tristeza, me eché a llorar, me da un
poco de vergüenza decirlo pero tampoco debo callármelo...”. (…) “El director era el doctor Partearroyo, un tisiólogo de mucha fama
que también vivía en la calle de Claudio Coello y el médico residente creo
recordar que era el doctor Vizcaíno
que, cuando bajaba a Cercedilla, volvía dando traspiés y echándole la culpa al
queso, como Mr. Pickwick. Allí me
iniciaron el neumotórax en el pulmón derecho y estuve sólo un par de meses,
hasta que me desaparecieron los bacilos. Como tengo que hacer reposo, como
tengo que estar todo el día echado y comiendo, me leo la colección entera de
los clásicos Ribadeneyra, los setenta
tomos que tenía entonces, y Ortega, Baroja, Valle Inclán, Dickens, Dostoievski y Stendhal, esas fueron mis primeras lecturas, y los primeros poetas
de la primera antología de Gerardo…”.
La próxima vez que me acerque a Collado-Villalba, que espero sea pronto, tomaré
el tren hasta Cercedilla, que es como hay que hacer los viajes de fuste, por
ver ese reloj que sólo marca la hora cuando el día está despejado. Será mi
personal homenaje a Camilo José Cela
casi coincidiendo con su centenario, el próximo día 11 de mayo. Le conocí en
persona y hasta me dedicó un libro, Toreo
de salón, que conservo como un tesoro.
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