lunes, 15 de febrero de 2016

El respeto hay que ganarlo





Cuenta Raúl del Pozo, en El Mundo, al referirse a Cristina de Borbón y sus circunstancias, que “el juicio parece el florón que faltaba a la Corona y que el matrimonio [Urdangarín-Borbón] no puede pasear al perro porque la gente les insulta por la calle. Al padre de la Constitución [Miguel Roca] – lo eligió Juan Carlos I para defender a su hija y falló en su defensa, basada en la golfería de la doctrina Botín”. Si los españoles tuviéramos dignidad, ya estaríamos exigiendo al Parlamento que obligase al Gobierno en funciones a quitar el nombre de la infanta investigada a centros de salud, a locales de esparcimiento, a establecimientos hosteleros y a una fragata navega con su nombre. Ya en enero de 2014, el Grupo Municipal de Izquierda Unida-Los Verdes en el Ayuntamiento de Collado Villalba presentó una moción donde se pedía la retirada de la placa de la infanta Cristina en la Biblioteca Municipal “Miguel Hernández”. Pues eso mismo debería suceder en un Hospital de Parla, en otro de Badajoz, en el Centro Cultural de Archena, en el de La Bañeza, en un hotel de Jaén de cuatro estrellas, en un instituto de Secundaria en Murcia, etcétera. EL Ayuntamiento de Barcelona ya le retiró la Medalla de Oro de esa ciudad que se le concedió en 1997, eso sí con la abstención de PP y Ciudadanos. También quitaron en Palma una calle dedicada a los entonces duques. Pero lo más curioso tuvo lugar el 11 de junio de 2015, cuando Felipe VI revocó el título de duquesa de Palma a su hermana menor. Tras el anuncio, la hermana filtró un una carta personal sin matasellos la  renuncia a ese título fechada diez días antes. Nadie la creyó, como nadie con dos dedos de frente entiende ahora que la infanta sea inocente en los cargos por la que está investigada en los tribunales de Justicia. De momento es presunta “colaboradora necesaria” y hasta puede que salga absuelta de la sala de vistas. Pero ese supuesto tampoco cambiaría la opinión de la gran mayoría de los ciudadanos, indignados y achicharrados a impuestos. Ahora lo que sería de recibo es que Cristina de Borbón  renunciase a sus derechos dinásticos, al estar en el sexto lugar en la escala a la sucesión al Trono. Si eso fuese así, no perdería el tratamiento de alteza real y seguiría siendo infanta de España por ser hija de rey. Pero, visto lo visto, es posible que lo siga pasando mal cuando pasee al perro. Más aún si no recoge sus excrementos. Los tratamientos oficiales son cuestiones protocolarias intrascendentes, sin mérito alguno que los justifique, o sea, como buñuelos de viento, con más cierzo interior que carcasa de rebocina externa, ya que en el caso de Cristina de Borbón de casta le viene al galgo, o de moisés, no del personaje bíblico que separó las aguas sino de capazo de neonato. Pero el respeto ciudadano, el que a la postre importa a los españoles, hay que ganarlo. También hay que merecerlo.Y para mí sólo merece respeto el ciudadano que paga impuestos, que se levanta a las seis de la mañana para tomar el tren de cercanías para ir al tajo, que llega a fin de més casi de milagro, que de Suiza sólo recuerda el dibujo que aparece en la funda de los lapiceros "Alpino" y que sólo conoce de cerca a los reyes de la baraja de un señor de Vitoria, conocido en la alegre calle de Dato como don Heraclio Fournier, o sea.

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