miércoles, 2 de marzo de 2016

Fagúndez teme el botellón





Antidio Fagúndez no es el nombre científico de un gusarapo verde turquí que circula por las alcantarillas de Londres, sino el nombre y apellido del concejal de Seguridad Ciudadana de Zamora. Y don Antidio anda muy preocupado por el botellón que cada noche de Jueves Santo se apodera de las calles de la Ciudad de doña Urraca sin previo aviso y campando por sus respetos. Don Antidio, tras una reunión con los hosteleros zamoranos, con asociaciones de vecinos y con representantes de la Junta pro Semana Santa, ha centrado las críticas de todos los representantes a la reunión y ha lamentado la ausencia a esa reunión de representantes de la Junta y la Subdelegación, que estaban invitados, porque como dice: “esto no se puede solucionar unilateralmente. Nos gustaría decir que este año no se va a celebrar pero hoy por hoy es imposible, cada año viene más gente”.O sea, cada año asiste más gentío desde otras ciudades y pueblos a Zamora para contemplar in situ las procesiones de Semana Santa. Se supone que la hostelería zamorana sacará buenos réditos por el consumo turístico, cosa que me alegra. Pero parece que no es así del todo.  “Los vecinos y hosteleros –tal como cuenta la noticia El Correo de Zamora- abogan por eliminar una actividad nociva para la ciudad y para los negocios”. Pero el Ayuntamiento, que preside un señor de Izquierda Unida que se llama Francisco Guarido, y que no tuvo empacho en gastarse casi 2.000 euros procedentes de una partida de protocolo para tapizar de rojo un sofá y dos sillones existentes en la planta noble del Consistorio, ya ha adelantado que “parar o prohibir el botellón la noche del Jueves Santo es una tarea imposible por el alto número de jóvenes que se moviliza”. Los hosteleros se quejarían menos, supongo, si esos jóvenes llenasen las barras de los bares. A los vecinos no les queda otra que aguantar las molestias que suelen producirse. Sólo hay una solución: aumentar el número de cofradías, que encapuchen a los jovenzuelos, los integren y los conduzcan al redil procesional detrás de Barandales (cada cofradía tiene su propio Barandales), ese personaje que suele vestir un gran camisón y agita con las manos  dos pesados esquilones. No se me ocurre cosa mejor.

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