domingo, 3 de abril de 2016

El florido pensil de Burgos





Me desayuno con un “recuadro” del diario ABC de Sevilla, donde Antonio Burgos, bajo el título “Cristianofobia”, viene a decir que “aconfesional es el Estado, pero España es mayoritariamente católica”. Escrito así, tal y como lo escribe Burgos, da la sensación de que el Estado es una cosa y que los españoles somos otra cosa bien distinta. Por lo que se desprende de su trabajo periodístico, para Burgos el Estado está compuesto por marcianos (no confundir con murcianos, que son los habitantes de Murcia y, también, los chorizos que murcian), que nada tienen que ver con los habitantes de Becerreá o de Puertollano. Tampoco con los chorizos asados en aguardiente de Ádega, claro. Léase “Mazurca para dos muertos”, allí donde dice:

“Ádega hace los chorizos con mucha regla y fundamento, lo primero es que el cerdo sea del país y criado al uso del país, con millo y un cocimiento muy espeso de coellas, patatas, harina de millo, pan reseso, habas y todo lo que pueda cocer y sea de sentido; también conviene que el cerdo tome el aire y haga gimnasia por el monte y hoce la tierra en busca de miñocas y otros animalitos. Se le debe sacrificar con herramienta de hierro dulce, no de acero, y según la costumbre conocida, es decir, con mala leche, con venenoso regosto y a traición, nadie tiene la culpa”.

Pues bien, como digo, Antonio Burgos, sobre el que presumo que no lee a Cela ni ha comido en su vida chorizos de Ádega, se acomoda en el almohadón del artículo 16 de la Constitución Española; y que, según él, “los laicistas se saltan a la torera”. El artículo 16, que yo sepa, garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto; señala que nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias; y que ninguna confesión tendrá carácter estatal. Pues bien, ¿qué es lo que los laicistas se saltan a la torera? Burgos señala que si por ellos fuera, refiriéndose a los irreligiosos, “volvían a expulsar a los jesuitas. Es lo que parece que les pide el cuerpo, poner a la entrada del pueblo: "¿Iglesias? Ni Pablo; gracias”. Burgos, por lo que se desprende de su artículo periodístico,  tiene insuficiente memoria o sabe poco de historia. Bien es sabido por todos que los jesuitas fueron dos veces expulsados de España: la primera vez en 1767 por orden de Carlos III, tras ser acusados por Pedro Rodríguez de Campomanes  de instigar el motín de Esquilache. Un año antes, en 1766,  el conde de Aranda le había encargado a Compomanes (entonces ministro de Hacienda) un informe para depurar las responsabilidades derivadas de aquel motín, que recayeron en los jesuitas. Ese fue el motivo de su expulsión. La segunda expulsión fue en 1835, coincidiendo con la Desamortización. Además de ello, la Compañía de Jesús quedo en situación de ilegalidad en 1932, por la aplicación del artículo 26 de la Constitución Española de 1931. Se lo diré en verso: "Burgos pretende llevar el ascua constitucional a la sardina de su rancio fervorín./ Todo vale en la Pascua Florida de su florido pensil", y que me perdone Andrés Sopeña Monsalve.

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