viernes, 29 de abril de 2016

La derecha, como la banca de los casinos, siempre gana





Jorge Bustos, en El Mundo, bajo el epígrafe “Por qué un pobre vota al PP”,  hace referencia al motivo por el que “el contribuyente, pese a tanta podredumbre a la vista sigue prefiriendo la corrupción al populismo”. (…) “Perplejidad que a su vez se resuelve con ese gracejo divino que brinda la superioridad moral: eres más tonto que un obrero de derechas. Y sin embargo no hay siete millones y medio de pijos en España”. (…) “Quizá –sigue diciendo Bustos- votan al PP porque los pobres, como Laocoonte, han aprendido a desconfiar de los regalos, y valoran el pájaro en mano de las pensiones blindadas más que el ciento volando de esos 60.000 millones que aproximan la sospecha de una intervención, y por tanto de un tajo drástico en la mensualidad. Quizá les asquea la corrupción, pero la ven flotando en otros en proporción directa a su cuota de poder, y razonan que el pitufeo no es comparable al modo caraqueñamente uniforme en que el populismo extiende la miseria”. Dicho todo eso, ahora se entiende que Mariano Rajoy se haya venido arriba, como los toreros de postín. Ahora se entiende, digo, que, como señala Bustos,  “no castigan la corrupción política porque reconocen su simetría con la corrupción ciudadana”. Cualquiera sabe lo que sucede en los talleres, cuando te pregunta el mecánico si el importe del arreglo lo deseas con factura o sin ella, o el fontanero que te cambia el bidé, o el chatarrero al que le llevas los grifos viejos de latón… Si no fuese por el dinero oculto, no habría tantos apartamentos playeros, ni tantas cenas en restaurante las noches de los fines de semana, ni tantos vehículos de gran cilindrada rodando por nuestras carreteras conducidos por microempresarios, muchos de ellos de escasa cultura, que sólo disponen de dos trabajadores, a lo sumo tres, en nómina. Al “dinero en B” siempre hay que darle salida por el procedimiento de urgencia, es decir, con el apartamento de verano, el coche alemán, o las dos cosas. Si tenemos en cuenta que en España hay dos millones y medio de microempresas, y otros dos millones entre rentistas, clérigos y gente que vive del cuento, salen las cuentas. Rajoy lo sabe y el sistema D’Hondt le favorece.

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