sábado, 28 de mayo de 2016

Andarines para el recuerdo





Celedonio García Rodríguez es el hombre que más sabe sobre la figura de Mariano Bielsa, Chistavín, sobre las corridas de pollos por el Jiloca y sobre el pedestrismo en el Altoaragón, como quedó demostrado en sus amenos trabajos literarios. Como bien señala en un ensayo hecho al alimón con José Antonio Adell Castán, “en las provincias de Zaragoza y Teruel, igual que en el Altoaragón, las corridas de pollos eran las pruebas pedestres más conocidas que se programaban entre los festejos profanos de las fiestas patronales y de las cofradías de cada lugar”. Pero, además, existían otras variedades, como la carrera de la joya, que se disputaba en la ribera navarro-aragonesa; corridas de corderos, por el Bajo Aragón zaragozano; corridas de tortas de pan bendito, por el altiplano de Teruel, etcétera. De modo parecido, en la provincia de Guadalajara se corría la espaldilla, coincidiendo con eventos familiares; y en Cuenca, la joya (que no hay que confundir con la carrera de la joya), que se celebraba en la ribera navarro-aragonesa). Sobre andarines, se cuentan maravillas de Lorenzo Mairal Santolaria, que iba desde Santa Eulalia la Mayor hasta Zaragoza de sol a sol; de Marcelino Zamora, andarín de Casbas, que mató a un jabalí sin portar armas; y de Mariano Bielsa Latre, que venció a Achiles Bargossi, hasta entonces considerado como el mejor andarín del mundo, en la plaza de toros de La Misericordia. Hubo otros: Mariano Alcolea, del Somontano; José Jiménez, el Sevillano, de Alcalá de Gurrea, que llegó a vencer a Chistavín; Valero Nogueras, de Castejón de Monegros; Francisco Pablo, alias Nomón, de Eyerbe; Ramón Magallón, de Sasa del Abadiano; el tío Lacruz y  Domingo Gurría, ambos de Ansó; Mariano, de Bentué, de Rasal; el Zurdo, de Siétamo; etcétera. Pero nadie, que yo sepa, recuerda al alcañizano Antonio Molías Romero, alias Cabañas, salvo Armando Galán Royo, que le hizo un elogio funeral a su fallecimiento, el 20 de octubre de 1994, desde las páginas de Diario de Teruel. Antonio Molías, pastor de profesión, sabía, además, donde había restos de poblados ibéricos, romanos o árabes: la cueva Infernalera, en Valdevallerías; la balsa Caraicierzo; el Chiriguarach, poblado cercano a Alcañiz; el cabezo del Cuervo; las Torrazas; las Saladas; la cueva del Charco Amargo, en Valdejerique; el corral del Mal Carau; y la masada del Alemán. “Su fama entre cazadores resultaba más bien preocupante”, según Galán. En cierta ocasión, antes del 36, fue con unos forasteros a cazar liebres al Saso. Estando en el campo con los galgos, apareció en el tren una pareja de la Guardia Civil. Era época de media veda y estaba prohibida la caza salvo de tórtola, codorniz y torcaz. Al ver a los guardias, Molías comenzó a correr a tal velocidad que los galgos no pudieron alcanzarle. En 1966 contaba cincuenta y un años. Trabajando de obrero en Foz de Benasa se comprometió con los controles que la empresa estableciese a trasladarse hasta Zaragoza desde Alcañiz andando. Lo hizo en 17 horas. Cuentan que se alimentó durante el trayecto de frutas, café, limón y brandy peleón.

1 comentario:

Aragón dijo...

Muy interesante José Ramón. ¡Ah!, muchas gracias por los "piropos".