sábado, 7 de mayo de 2016

Castillo de naipes





Cuando todavía no sabía leer, abría un libro y miraba los “santos”. Y viendo los “santos”, de enciclopedias, revistas o tebeos, me hacía mi composición ideal sobre cómo eran las cosas o cómo pudieron serlo de haber existido. Recuerdo que de niño miraba los “santos” de “El tesoro de la juventud”, de los libros encuadernados de Celia, las viñetas de Tampolín, aquella publicación que editaban los de Acción Católica,  los suplementos “Chispa” que aparecía todos los domingos con el diario Alerta, o los dibujos de personajes que aparecían en la Enciclopedia de Dalmau Carles. La historia de España que se contaba en aquella enciclopedia terminaba  en la Revolución del 68, cuando Isabel II tuvo que salir de España por la Estación de Atocha camino del exilio. Y en aquella enciclopedia aparecían dibujos de personajes: Espartero, Serrano, Narváez…, que llegaron a hacerse familiares. Eran los “santos” que yo miraba una y otra vez siempre con la misma sorpresa. Algo parecido me sucedía con el mago don Pirulo, Roenueces, Cuchifritín y Celia, o con las viñetas de Serapión, hombretón de cabeza triangular, o Ciriaco Majareto, o los grandes inventos del doctor Fran de Copenhague, que aparecían en aquellas viñetas del nacional-catolicismo y del TBO. El Tesoro de la Juventud era otra cosa. A lo largo de sus doce tomos con tapas de cartoné azul podía contemplar cómo se ponía la escafandra un buzo antes de adentrarse en los fondos submarinos, qué vapores de tres chimeneas cruzaban nuestros océanos transportando indianos, o cómo salía el sol siempre por el mismo sitio, como sigue sucediendo ahora. De mayor, descubro que, al carecer de programas, a los políticos les voto por  los “santos”, es decir, por cómo se peinan o sonríen quiénes ofrecen el oro y el moro para un periodo de cuatro años. Los “santos” de mi infancia se han quedado obsoletos y vacíos como una cáscara de nuez. Y observo boquiabierto que los políticos aspirantes al Congreso jamás cumplen las expectativas. Y así nos va a los españoles. Se nos ha caído el castillo de naipes. Ese libro de las 40 hojas de don Heraclio Fournier donde sotas, caballos y reyes eran del mismo corte que los plasmados en los libros de Calleja.

No hay comentarios: