martes, 10 de mayo de 2016

Castrapuercas, siringas y caramillos





Mañana es 11 de mayo de 2016 y debería escribir sobre Camilo José Cela, al cumplirse el primer centenario de su nacimiento. Pero no lo voy a hacer. Ya lo hacen otros con mayor aseo. Fernando Aramburu dijo en cierta ocasión: “Entiendo que Cela fue un prosista apañando, pero poco sutil a la hora de armar novelas”. Personalmente valoro el cómo se cuenta algo por encima del qué se cuenta, a la hora de escribir. Y ese cómo se cuenta es lo más atractivo en la obra de Cela. Le he leído casi todo, algunos libros más de una vez. Y hasta conservo Toreo de salón, dedicado.  Personalmente me quedo con los libros de viajes, donde el vagabundo (así lo denomina Cela) transita con morral al hombro, se acerca hasta los pueblos, conversa con los vecinos, recorre sus calles, visita aquello que merece la pena visitar, come donde puede o silba para espantar el hambre, enseña sus papeles a la pareja de la Guardia Civil si es menester, hace amigos en sus rutas, se fuma dos cigarros en un ribazo, y cuenta cosas sencillas como, por ejemplo, que “a los afiladores de Orense no les gusta que nadie hable el barallete, su jerga gremial”. Tampoco aquel afilador de Nogueira de Ramuín, con el que el vagabundo se topó cerca de Turégano y que soplaba una siringa de caña, o un caramillo de hueso, se movía con desahogo por el paisaje de Castilla la Vieja. El afilador, también paragüero, contó al vagabundo muchas cosas en uno de sus viajes. Pero no me consta que le dijera, o se le olvidó explicarle a su compañero de camino de sólo unas leguas, que la siringa, o el caramillo, que ahora los hacen de plástico, los empezaron a utilizar como reclamo los capadores de cerdos, que utilizaban el castrapuercas, distinto que la siringa o el caramillo, para llamar la atención en las aldeas, castrar cochinos (como a Cela le castró la censura Mrs. Caldwell habla con su hijo, La colmena y el Pascual Duarte) y poder ganarse la vida. Aquella censura no usaba castrapuercas, ni siringa ni caramillo. Sólo las tijeras y el lapicero bicolor, falangista y requeté.

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