miércoles, 1 de junio de 2016

El esperpento no conoce la caridad





Cada vez que me acerco a Collado-Villalba, contemplo la enorme y tétrica cruz de Cuelgamuros, en Navacerrada. Desde casa se observa la sierra de maravilla. Allí está la última residencia del dictador, con cargo a Patrimonio. Y por asociación de ideas, parece ser que Carmen Polo dio en su día las órdenes oportunas para que, en El Ferrol, en la hasta entonces humilde casa donde había nacido Franco, se tirasen tabiques, se hiciera una nueva escalera y se pusiesen lujosos muebles y porcelanas de Sargadelos, para que los visitantes a su futura casa-museo creyesen que había vivido una infancia confortable. Y esas cosas, y otras, las contó Camilo José Cela en un artículo publicado en la revista Cambio 16 (número 255, de 25/02/76) bajo el título Un esperpento de Valle Inclán. Al menos eso contaba en unas “amargas y demoledoras páginas de la historia” su primo Francisco Franco Salgado-Araujo. Cuarenta años más tarde,  o sea, ahora, ignoro el número de ciudadanos que pasará por aquella casa y si sigue en pie la casa-museo.  Pilar Eyre también fue dura en su artículo El Franco más íntimo y desconocido, publicado en El Mundo (09/11/13). Eyre entrevistó en Barcelona a uno de los médicos que atendió al entonces jefe del Estado hasta el final de sus días y éste fue rotundo cuando le dijo:”El general tenía las dos características principales para ser un hombre frío: complejo de Edipo y maltrato paterno”. Y para redondear sus palabras, añadió: “Tenía una fimosis muy acentuada, el prepucio muy cerrado, lo que me permite deducir, por mi larga experiencia en estos casos, que su vida sexual fue inactiva, que después de engendrar a su hija, que era inequívocamente suya, no volvió a tener relaciones sexuales ni con su mujer ni con nadie”. Al preguntarle Eyre al médico si era posible una operación, recibió la siguiente respuesta: “Se le aconsejó una operación muy sencilla y se negó porque el sexo no le interesaba. ¡La ambición, en su caso,  sustituyó al orgasmo!”. Eyre no se corta un pelo: “Cuando nació, su padre, el iracundo y alcoholizado Nicolás Franco Salgado estaba en una casa de putas”. (…) “A este primer viaje fuera de Galicia [fue con su hijo a Toledo, cuando éste tenía 14 años para ingresar en la Academia de Infantería] le acompañó su padre, que se quedó en Madrid a vivir con su amante abandonando madre, hijos y hogar”. (…) “Con el nacimiento de su primera y única hija, Carmen Franco y PoloNenuca, Franco creyó volverse ‘loco de alegría’, según confesó. Franco se distraía haciéndole muñecas de trapo mientras la niña se acurrucaba en sus brazos para ver películas de Popeye”. Como bien señalaba Cela al final de aquel artículo: “El esperpento, como género literario, tampoco conoce la caridad”.

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