viernes, 10 de junio de 2016

Ranking de tristeza





Sevilla, esa ciudad de luz y aviones acharolados y limpios, o de vencejos, se ha convertido, según Antonio Burgos,  en esa  “pobre ciudad donde el Ayuntamiento se hace rico consintiendo tanto velador y tanta mugre turística”. Hombre, Burgos, a los turistas con posibles y sin posibles hay que tratarlos con más respeto, digo yo, que siempre se dejan algo de dinero en las casas de pupilaje, en la hostelería y comprando recuerdos de su estancia. Cierto que durante “el calor, la calor, los calores y las calores”, como dice Burgos que decían los hermanos Álvarez Quintero, se llenan las aceras  en la atardecida de “guiris low cost de paella y sangría, un bar junto a otro bar, una tienda de camisetas junto a otra tienda de camisetas”, etcétera, pero resulta que todos los turistas que llegan a Sevilla no pueden permitirse el lujo de ir al Hotel Alfonso XIII, al Gran Melía Colón, al Eme Catedral, o al Barceló Sevilla Renacimiento, que tienen más estrellas en sus fachadas que el general Eisenhower, ni dar un paseo en coche de caballos por el que te cobran, si te descuidas, mucho más que el establecido en las tarifas del Ayuntamiento, haciendo creer a los turistas que esos precios son los oficiales. Para respaldarlo, esos pícaros cocheros llevan un mapa del recorrido del paseo con otras tarifas impresas al dorso, encabezadas incluso por el logotipo de la Oficina de Turismo. A Burgos habría que decirle, también, que los guiris low cost de paella y sangría son estafados a la primera de cambio por una mugrienta chusma de camareros, no todos, claro, que por el hecho de hablar en otra lengua, o en un castellano entendible, que no es poco, son presas fáciles de camelar de la forma más burda y de ser tomados por incautos. Como es natural, todos no caemos en la trampa. Burgos encuentra  todo mal, hasta las sillas plegables compradas en los chinos o en Ikea que los sevillanos llevan desde sus casas hasta los recorridos procesionales.  A Burgos, en fin, le pediría un poco de respeto con los visitantes a Sevilla, y al resto de Andalucía, donde por desgracia reside el epicentro del paro, del abandono escolar y de las 35 peonadas. ¡Ya vale, hombre, ya vale!

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