viernes, 17 de junio de 2016

Tristeza




En su artículo de El País, Juan José Millás, bajo el título  La siguiente, señala que “cuando un escritor escribe un libro no puede hacerse cocinero ni deportista ni actor ni político”. Cuando alguno de ellos se hace famoso, firma un libro que posiblemente no ha escrito. Se puede comprobar en la Feria del Libro estos días en El Retiro. Y el verdadero escritor, que presenta un tomo que le ha llevado varios años escribirlo, mira impasible cómo las filas de lectores esperan pacientes la dedicatoria personalizada de un personaje cuyo único mérito consiste en salir en televisión aunque sea para hacer el ridículo: “Todos los caminos conducen al libro”. Y añade Millás con cierto poso de tristeza: “Sin embargo, cuando un escritor escribe un libro no puede hacerse cocinero ni deportista ni actor ni político. Cuando un escritor escribe un libro, se pone a pensar en el siguiente, que quizá le salga o quizá no. A lo mejor le sale, y lo publica y la editorial le invita a firmar ejemplares en una feria del libro a la que el escritor acude ingenuamente para comprobar que quienes de verdad firman son los alpinistas, los expresidarios, los actores, los youtubers…”. (…)  “El escritor decide no acudir en el futuro a ninguna feria. Pero el miedo a ser tachado de envidioso le conducirá a la siguiente”. Ya dijo Larra que escribir en España es llorar. Personalmente entiendo que lo que hacen llorar son las biografías, que siempre termina con la expiración del protagonista; las ilustraciones a plumilla de la muerte de Platero, o la lectura de Celia en la revolución, ese triste final de una niña burguesa. Lo que se puede contemplar en las filas de la Feria del Libro de El Retiro adorando al becerro de oropel sólo es simple polvillo de mariposa.

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