sábado, 9 de julio de 2016

Falta de respeto





Imagine el lector un establecimiento comercial con un departamento de comida para llevar. Y entre las viandas, pollos asados. El empleado saca los pollos en bandejas y los va depositando en las baldas de una estantería frontal que queda a la altura de la vista del cliente, pero a cierta distancia como para que no pueda alcanzarlos. Más cerca del cliente, en una estantería horizontal, hay depositadas patatas panadera dentro de unos pequeños Tupperware a los que les han colocado unas etiquetas. También existen tales tupper con patatas en la estantería frontal, donde no alcanza el brazo del cliente. En esa estantería horizontal, a la que sí alcanza el cliente con la mano, se van depositando tupper con patatas y el espacio para tres pollos asados que ya van en el interior de sus tupper correspondientes. Entonces, el mismo empleado coloca sobre los tupper de los tres  pollos (que se reponen hasta alcanzar la cifra de tres a medida que los va demandando el cliente) parecidas pegatinas a las que coloca sobre los tupper de patatas, donde se utiliza el mismo sistema de reposición. Llega el cliente con su número y pide un pollo al empleado. Éste, con cierta amabilidad, le sugiere que tome el que desee entre los tres pollos del expositor, que ahora ya “funciona como autoservicio”. ¡Milagro! El empleado le da en mano el pollo y un pequeño tarro con lo que se supone que es salsa y le pregunta al cliente que si desea patatas. El cliente pretende que le dé una bolsa de papel para su transporte, pero el empleado le indica que se lo procurarán en caja, cuando abone el producto. Llegado a ese punto, el cliente le indica al empleado que está viendo bolsas y que desea una. El empleado insiste en que se la darán en caja, de plástico y previo pago de la misma. Entonces el cliente,  ya enfadado, le espeta: “Hasta aquí hemos llegado”. Y el empleado, ante la posición rotunda del cliente, toma una bolsa de papel y le mete dentro su compra. Pero el cliente, como no es la primera vez que tales cosas le acontecen, antes de salir del establecimiento decide acercarse al mostrador de “Atención al Cliente” y solicita la entrega de una Hoja de Reclamaciones. La empleada, sin apenas inmutarse, le larga una hoja de “reclamación de clientes” de uso interior del establecimiento. Pero el cliente se la devuelve y le insiste en que desea una Hoja de Reclamaciones oficial. Entonces la empleada desaparece y al cabo de poco rato asoman dos señores muy trajeados que te invitan a entrar en un despacho. Les comentas el incidente y “aparentemente” te dan la razón. Parece que se lo estuvieses explicando al bedel de un sanatorio o al tipo que corta la entrada en la puerta del cine. Finalmente, sin que sirva de precedente, renuncias a hacer la reclamación oficial oportuna y te marchas disgustado. ¿Que dónde me ha sucedido tal cuestión? En EL CORTE INGLÉS de Sagasta, en Zaragoza. Y pongo el nombre del establecimiento con mayúsculas por ver si a sus responsables se les cae la cara de vergüenza, que no creo. Eso sí, la próxima vez escribiré en las Hojas de Reclamaciones oficiales  tantas veces como sean necesarias. España es un Estado de derecho. Quedan avisados.

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