martes, 12 de julio de 2016

Sin fotos



Obama, antes de marcharse de regreso a los Estados Unidos, todavía tuvo tiempo para dedicar 3 minutos a Sánchez, Iglesias y Rivera en la base militar de Torrejón. Supongo que, como en la canción de Joaquín Sabina 19 días y 500 noches, Obama les susurró: “hola y adiós, y el portazo sonó como un signo de interrogación”. Porque aquí todo son interrogaciones. A estas alturas del calendario (mañana, 13, san Enrique) todavía no sabemos en qué quedará la cosa, o sea, los apoyos que tendrá Mariano Rajoy para continuar en La Moncloa. A san Enrique, emperador, una noche se le apareció en sueños su padrino, san Wolfgango, y le hizo leer en la muralla: “Después de seis…”, desvaneciéndose inmediatamente la aparición. A Rajoy no sabemos si se le habrá aparecido en sueños su padrino El Caniche y le habrá puesto en la pared de su alcoba: “Ya han pasado seis…”  y se habrá disipado, de igual manera, tal aparición. Cuenta la leyenda que cuando san Wolfgango se retiró como eremita, para encontrar en lugar donde quedarse, pidió al Cielo que se lo indicara, lanzó un hacha y se construyó una capilla en el lugar donde cayó. Wolfgango convenció al diablo para que le ayudara a construir la capilla, a cambio del alma del primero que entrara. El diablo, para llevar los materiales, tomó la forma de caballo. Al acabar, el primero que entró a la capilla fue un lobo (wolf en alemán) y el diablo, enrabiado, se fue volando. No es el caso de El Caniche, que puso a dedo a Rajoy en la pista de despegue y se marcho volando a preguntarle “que hay de lo mío” a George W. Bush  por sus servicios prestados. Quedaba para la historia la foto de las Azores, que ya es algo. Pero de esos tres mosqueteros (Sánchez, Iglesias y Rivera) no han quedado fotos para el recuerdo. No las hubo. Bueno, sí las hubo, como las hubo en mi primera comunión. A nadie interesan.

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