viernes, 26 de agosto de 2016

A propósito del terremoto italiano





Todos los españoles de bien lamentamos la muerte de Ana Huete Aguilar como consecuencia del terremoto ocurrido en el centro de Italia. Ha sido un caso de mala suerte que esa señorita estuviese de vacaciones en el pueblo de su pareja. Pero de ahí a pretender que el Ministerio de Asuntos Exteriores se haga cargo de los gastos derivados de su traslado a España hay un trecho. La página web del Ministerio señala que “para que el Gobierno se haga cargo de ese coste, la muerte debe considerarse como producida en situaciones excepcionales”. Y ese no es el caso. El Estado no puede hacerse cargo de todos los fallecidos fuera de nuestro territorio, bien  sea, por ejemplo, en accidentes laborales, en eventos de circulación, haciendo escalada en los Alpes, o por ahogamiento en las costas de Normandía. Cosa distinta es que los consulados se puedan hacer cargo, llegado el caso, de agilizar los trámites administrativos para el traslado de restos. Existe, no obstante, otra fórmula más práctica: la incineración del cadáver en Italia y el traslado de sus cenizas en una urna de cremación. Es lo que hay; y la familia de Ana Huete no debe estar molesta si la normativa oficial no de adapta a sus deseos.

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