sábado, 13 de agosto de 2016

Flores degolladas





La  aparente discusión sobre si  Arnaldo Otegi puede o no presentarse para lendakari por EH Bildu, o sea, aspirar a poder disponer de residencia oficial en Ajuria Enea, es como la peregrina disputa sobre el sexo de los ángeles. Si estuviese inhabilitado para empleo o cargo público hasta el 28 de febrero de 2021, como sostiene la Fiscalía, no podría presentarse como candidato a las próximas elecciones vascas. Ese acuerdo de la Audiencia Nacional es firme, porque nunca fue recurrido. Otegi fue condenado por pertenencia a banda terrorista. Y aquí no hay “presunción” que valga, puesto que estuvo entre rejas seis años y medio por hechos probados. Y ahora, Otegi nos sale con versos de Pablo Neruda, ¡qué sensible!, y dice aquello de “podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera”. Claro que no. Pero confundir los equinoccios, ya sean de primavera o de otoño, con los tiros en la nuca, que sí detienen la vida de quiénes los sufren y arruinan la existencia de los familiares que los padecen  por culpa de unos malnacidos, es como confundir el culo con las témporas. Otegi podrá leer, si así lo desea, “Las mil mejores poesías de la Lengua Española” o deleitarse en las lecturas de los poetas en euskera. Blas de Otero, del que ahora se cumple su centenario, también fue vasco, de Bilbao, y nos dejó aquello de “Madeja arrebatada de tus brazos blancos, / hoy me contemplo como un ciego, / oigo tus pasos en la niebla, / vienen a enhebrarme la vida destrozada”. No sé si le sonarán a Otegi. Puede que sí. Doy por hecho que en prisión tuvo mucho tiempo para leer. Y, también, mucho tiempo para recapacitar. Pero los equinoccios son una cosa  y otra muy distinta es el “caso Bateragune”. ¡Ya está bien de tonterías!

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